REGÍMENES DE
HISTORICIDAD Y LA PRESENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA CIUDAD DE LEÓN.
CINE, MÚSICA Y LO JUVENIL.
Héctor Gómez Vargas
Universidad Iberoamericana León
Resumen
Este artículo presenta
un ejercicio de exploración como resultado de un trabajo de campo en el archivo
histórico de la ciudad de León, Guanajuato, en México, entre los años de 1952 y
1970. El objetivo principal ha sido incursionar en una propuesta de la historiografía
contemporánea para investigar los regímenes de historicidad en el pasado de la
ciudad a través la presencia de los materiales de los medios de comunicación a
mediados del siglo XX. El procedimiento metodológico empleado ha sido un
trabajo más de corte fenomenológico con los materiales provenientes de la
prensa de los años de 1956 a 1962 para observar la emergencia de lo juvenil a
través de la forma como el cine y la música dirigida a los jóvenes se hacen
presente en la ciudad. En las conclusiones se menciona la importancia de
trabajar con estos acercamientos al cine porque manifiesta parte de cómo se
organiza la experiencia con los medios de comunicación en la actualidad.
Palabras
clave: Cine,
jóvenes, régimen de historicidad, cultura histórica, materiales de la
comunicación.
Abstract
This
article presents an exploratory exercise as a result of a field work in the
historical archive of the city of León, Guanajuato, in Mexico, between the
years of 1952 and 1970. The main objective has been to enter into a proposal of
contemporary historiography to investigate the regimes of historicity in the
past of the city through the presence of media materials in the mid twentieth
century. The methodological procedure used has been a more phenomenological work
with the materials coming from the press from the years 1956 to 1962, to
observe the emergence of youth through the way the film and music directed at
young people are made Present in the city. The conclusions mention the
importance of working with these approaches to cinema because it shows part of
how the experience is organized with the media today.
Key words: Cinema, young people, regime of historicity, historical
culture, materials of communication.
I. El proyecto de investigación.
1. Breve apertura.
El
presente trabajo es resultado de un programa de estudio que se ha venido
realizando en la ciudad de León, Guanajuato, México, en el cual se ha
transitado de entender las transformaciones culturales en la ciudad ante la
presencia de los medios masivos de comunicación en el siglo XX hacia la manera como
en los tiempos recientes se ha dado un cambio de régimen histórico y cultural
debido a la presencia de un nuevo entorno comunicativo.
Lo
que se presenta es un ejercicio de exploración de la presencia del cine a
mediados del siglo pasado a partir de propuestas que provienen de la
historiografía contemporánea que buscan dialogar con ciertos enfoques de
estudio de la comunicación para observar las diversas formas humanas de estar
en el tiempo y desde ahí contemplar la manera como se manifiesta en el
presente. El ejercicio se desarrolla a partir de un proceso de investigación
con material bibliográfico y hemerográfico que fue abriendo rutas de
exploración para observar la presencia de los medios de comunicación, y el cine
en particular, para encontrar los entornos de experiencia y los horizontes de
expectativas de algunos grupos de personas en la ciudad a mediados del siglo
pasado. En cierta forma el ejercicio es ver cómo la prensa produjo la presencia
de una realidad social e histórica desde donde se pueda encontrar pautas para
entender al cine como parte de esa realidad, y la experiencia de grupos de personas en la
ciudad (Gumbrecht, 2005).
Para
hacer evidente la propuesta es necesario describir de manera breve las fases
del programa de investigación que se ha desarrollado en tres etapas, mediante
varios proyectos de investigación, a lo largo de varios años, y para ello es
importante hacer un breve recorrido.
2. Las fases de la investigación.
La
primera etapa se desarrolló a finales de la década de los noventa y los
primeros años del siglo XX, mediante un trabajo de investigación doctoral (Gómez
Vargas, 2004) que pretendió explorar las transformaciones culturales en la
ciudad a través de la experiencia de asistir regularmente a las salas de cine
por parte de un grupo de sus habitantes, desde finales de la década de los
cincuenta hasta mediados de la década de los setenta. Ubicado dentro de
discusiones académicas de fin de siglo y de milenio como era el caso de la
globalización cultural (Jameson y Miyoghi, 1999), la modernidad (Giddens, 1993;
Ortiz, 1996), las culturas híbridas (García, 1990), y ante una condición que se
percibía como “desbocada” (Giddens, 2000) o “desbordada” (Appadurai, 2001), la
investigación pretendía dirigirse al pasado y desde ahí encontrar elementos
para contemplar el presente cultural y comunicativo. Uno de los resultados
importantes de la investigación llevó a considerar la importancia de la época
como un momento de la historia de la ciudad donde era manifiesto el paso de una
cultura tradicional a una de corte moderno, y en ello había tres fenómenos
interrelacionados que manifiestan los inicios de una nueva fase mediológica:
alteraciones y transformaciones en la ciudad, la emergencia y visualización del
fenómeno sociocultural de los jóvenes y lo juvenil, los cambios en el sistema
de medios de comunicación, junto con la producción de una nueva visualidad y semántica
en sus productos, discursos y narrativas.
La
segunda etapa se desarrolló a lo largo de la primera década del siglo XXI, y el
énfasis fue explorar las transformaciones en el presente en la ciudad. En
cercanía a varias discusiones académicas, la idea era ver qué se estaba
construyendo bajo entornos como la mundialización de la cultura, lo que la
globalización estaba creando en la cultura (Ortiz, 2005). Asumiendo lo que se
había encontrado en la primera fase de la investigación, se buscó entender la
relación cotidiana con los medios de comunicación en el paso de la década de
los noventa hasta el cierre de la primera década del siglo XXI, y desde ahí
explorar las alteraciones en la ciudad, las culturas juveniles, el nuevo
equipamiento tecnológico y comunicativo tanto en las hogares como en la vida de
las personas (Gómez, 2007). Bajo propuestas como las de Livingstone (2002), se
trabajó bajo la noción de “gente joven” con la intención de explorar la
diversidad de cursos de vida y experiencias biográficas de varios grupos de
jóvenes con los medios de comunicación. Dos cosas emergieron dentro de esta
fase de investigación. Por un lado, que los tres elementos mediológicos que
confluyeron a mediados de la década de los cincuenta seguían siendo un factor importante
para entender las transformaciones culturales en la ciudad; pero algo se había
acelerado y en esa aceleración las transformaciones estaban marcando una
alteración diferente, algo que iba entre la emergencia de aspectos culturales
inéditos, pero al mismo tiempo el retorno de otros elementos que pertenecían a
distintos estratos del tiempo (Koselleck, 2001). Lo anterior fue visible en la
sucesión de generaciones jóvenes que han estado presente en la ciudad a lo
largo de más de medio siglo, por lo que parecía importante explorar lo que ha
sido las diversas formas de crecer en una ciudad (Gómez, 2010). Si en la
primera fase se buscaba encontrar la manera como un joven se constituía como un
tipo de público de cine, entonces la idea fue encontrar la diversidad de
procedimientos para llegar a ser públicos de los medios de comunicación.
La
tercera fase está actualmente en desarrollo. Se centra en la idea de explorar lo
que ha sido crecer en la ciudad desde finales de la década de los cincuenta del
siglo pasado y hasta el momento. Trabajando la idea de la presencia de varias
generaciones y de medios de comunicación a lo largo de varias décadas, se llegó
a la necesidad de explorar de otra manera lo que ha sido ese periodo de tiempo
y que permitiera mostrar lo que había cambiado, pero igualmente lo que se
mantenía en el presente. Es por ello que en esta fase de investigación se
abrieron dos rutas de exploración. Con la primera se ha trabajado con las
experiencias con quienes iniciaron su adolescencia y su juventud en la segunda
década del siglo XXI. Con la segunda, se ha explorado la manera como varias
generaciones de personas crecieron en contacto con los medios de comunicación en
la ciudad. El énfasis ha sido el hecho de crecer y llegar a tener experiencias
con la cultura y con la comunicación en el tránsito de la infancia a la
adolescencia, lo cual ha llevado a la pregunta sobre los diversos pasados de la
ciudad y de la experiencia de crecer con los medios de comunicación.
A
lo largo del tiempo, la ciudad ha llegado a ser un sistema emergente y
autopoiético, es decir, ha generado las condiciones para una continua
estructuración de su vida social desde donde es posible la emergencia de nuevas
y cambiantes formas de habitabilidad (Hernández y Niño, 2013). Por ello, una de
las preguntas básicas ha sido qué le ha hecho la ciudad a los jóvenes al
crecer, y la otra pregunta ha sido qué le han hecho los jóvenes a la ciudad
mientras crecen. Para abordar ambas preguntas se decidió hacerlo a través de la
música, es decir, las experiencias que se han dado cuando los jóvenes escuchan
la música del rock and roll como un recurso de creación de una identidad personal
y colectiva, un procedimiento desde donde se adquieren materiales para el diseño
del yo ante lo social (Thompson, 1998).
El
trabajo con la experiencia de crecer escuchando música de rock implicó en un
primer momento avanzar mediante dos procedimientos: el primero con historias de
vida temáticas de personas de distintas edades y géneros; el segundo con un trabajo
bibliográfico, fotográfico y hemerográfico para contextualizar y ampliar la
experiencia de las personas entrevistadas. Al avanzar,con el trabajo
hemerográfico las cosas comenzaron a cambiar porque se fue encontrando algo distinto
a la idea inicial. Fue un proceso de reflexividad desde el cual, y en términos
de De Certeau (2007), el investigador se encuentra que los materiales revisados
estaban mostrando que “hubo algo más” porque los hombres del pasado “salen de
noche” y “se esboza un mundo con ellos”
(p. 103). Esto abrió una estrategia para explorar y pensar la cultura y la
comunicación del pasado desde lo que se encontraba en libros, revistas, pero
sobretodo en periódicos.
Después
de tres años de trabajo de campo en el Archivo Histórico y Municipal de la
Ciudad de León, se revisaron los ejemplares de los dos periódicos más
importantes del momento, El Sol de León
y El Heraldo de León, de un periodo
de tiempo que comprendió entre 1952 a 1970, y conforme se revisaban los periódicos
y se organizaba el material, emergieron dos ideas: primero, los inicios de la
experiencia de crecer con música de rock en la ciudad no se puede entender sin
la manera como estuvieron presentes otras manifestaciones sociales y culturales
que fueron fundamentales para las maneras de ser joven y crecer, comenzar a ver
televisión y reaccionar ante las primeras manifestaciones del rock and roll. Es
decir, es entender el proceso desde el cual se fue construyendo una vida
cotidiana conforme aparecían prácticas sociales y culturales como el hecho de
ir al cine, escuchar la radio, música, leer revistas, exponerse a la
televisión, y salir a buscar algo en los espacios de la ciudad, en tiempos
cuando el mundo adquiría una dimensión internacional, cosmopolita, actual y
moderno, como parte de ese proceso histórico de la mundialización de la
comunicación que propueso Mattelart (1998). Segundo, igualmente es necesario
remitirse a diversas manifestaciones del pasado para poder tener una imagen de
lo que fue escuchar música de rock, y de cómo se fue desarrollando hasta el
presente.
Los
diversos materiales de la prensa (noticias, reportajes, publicidad,
fotografías, editoriales, cartones y caricaturas, crónicas, etc.) son
documentos que ofrecen diversos accesos al mundo porque son observaciones de la
sociedad (Luhmann, 1996), y de la realidad misma de los medios de comunicación.
La prensa es una operación de observación sobre sus propias observaciones, y
ello constituye un trabajo de carácter histórico desde donde se puede acceder a
la sociedad observándose a sí misma a través del tiempo (Mendiola, 2009). En el
decir de Luhmann (2000) las observaciones de los medios de comunicación son una
descripción de la sociedad porque provienen de la selección diaria de los
materiales a difundir. Es decir, a lo que se accede con los materiales de la
prensa es a la descripción que hace de la realidad, que resulta del proceso de
producción social de la comunicación, y desde la cual los acontecimientos se
tornan en acontecimientos públicos al aparecer y ser visibles como parte de los
materiales de los medios (Martín, 1986).
A
lo que se accede con los materiales de la prensa del pasado es al trabajo de
selección para hacer real a la sociedad lo que difundía como resultado del
proceso de producción de información y de noticias porque diariamente debía
resolver dos circunstancias básicas para su operación: las mediaciones
estructurales, es decir, los procedimientos para anticipar la producción
material del periódico, y las mediaciones cognitivas, es decir, las operaciones
para lograr el acoplamiento con los valores, normas y conocimiento, es decir,
“los modelos de representación” de la sociedad a la que le hace llegar sus
materiales (Martin, 1986, p. 131). Es por ello que el trabajo con la prensa
permite observar la manera como la sociedad en su conjunto era comunicada en el
pasado, y sus comunicaciones son parte de aquello que era parte de la realidad
social para los habitantes de la ciudad: los modos para observar, conocer,
diferenciar lo que acontecía en y desde la ciudad. Era una forma de hacer la
historia para quienes accedieran a sus materiales en distintos momentos del
futuro.
A
partir de la realidad social e histórica que se manifiesta con la prensa a lo
largo de los años, la importancia de entender a los públicos de cine retornó
porque se hizo evidente que fue una de las principales pautas para las
experiencias de las personas en tiempos de cambios sociales y culturales, así
como para entender la emergencia de los públicos de los medios de comunicación
desde la segunda mitad del siglo XX. Es por ello que con la exploración
hemerográfica se dio un giro: encontrar aquellas situaciones y acontecimientos
que permitieran observar la manera cómo se tensaba una cultura histórica y
cedía lugar a otra manifestación cultural, y en esa nueva orientación creció la
importancia de trabajar con algunas visiones de la historiografía reciente que
han venido proponiendo una mirada contemporánea del pasado.
El
giro hacia el trabajo hemerográfico implicaba pasar de entender las
transformaciones culturales del pasado a explorar la manera como ha estado
presente una cultura histórica en la ciudad, cómo han estado los medios de
comunicación, su presencia material y los procedimientos para ofrecer sus
materiales a sus públicos (Gumbrecht, 2005), y desde ahí ganar en sentido y en
reflexividad sobre la manera como se ha transitado en la historia, en procesos
de diferenciación social y cultural, por la acción de los medios de
comunicación (Luhmann, 2007).
Es
en este punto donde el trabajo de investigación pretende trabajar una mirada de
lo que fue este periodo de tiempo a partir de la manera como la misma prensa
manifestaba una realidad, no desde una mirada tradicional, sino desde algunas
de las propuestas que provienen de lo que se ha denominado “el giro
comunicativo” (Schützeichel, 2015, p. 14), para explorar la manera cómo se hace
presente un pasado histórico de la ciudad y observar aquello que estaba en
tensión, en estado de transición, en emergencia, ante las “brechas del tiempo”
en la cultura local (Hartog, 2007).
Lo
que se presenta a continuación es un acercamiento de un trabajo en elaboración.
Con ello solo se expone de manera breve una primera imagen de cómo se está
organizando la información a partir de encontrar un acontecimiento como pauta para
explorar a mayor profundidad una de las manifestaciones de un régimen de
historicidad en la ciudad. Queda pendiente un armado a partir de la percepción
de la experiencia desde los mismos sujetos que fueron actores y testigos del
momento.
3. Orientaciones y puntos de partida.
Uno
de los puntos de partida del presente trabajo se refiere a que en tiempos de la
comunicación actual, el vínculo con el pasado se ha tornado borroso porque
desde hace unas décadas se ha ingresado a una nueva cultura histórica.
A
lo largo de gran parte de su obra, De Certeau (1996) manifestó la importancia
del trabajo sistemático sobre la visión del pasado con el que se ha trabajado y
construido una imagen contemporánea de la historia porque no “volvemos al
pasado para entrar al presente”, sino que se procede de un presente que
requiere de “un análisis que intenta discernir las decisiones implícitas y la
fuerza adormecida en la historia que llevamos con nosotros sin saberlo” (p. 13).
El presente de lo social parece tener diversas manifestaciones, pero una de
ellas involucra al tiempo de una manera peculiar y que parece manifestar uno de
los rasgos del mundo actual: la sociedad ha ingresado en un mundo de la
aceleración y su dinámica parece estar modificándose de continuo. Ante una
condición tal, Rosa (2016) propone la aceleración como uno de los rasgos de la
sociedad histórica moderna y de los principales entornos de lo contemporáneo.
Como
parte de una reconsideración de la historiografía contemporánea alrededor de la
pregunta sobre la importancia de seguir estudiando al pasado, historiadores
tienden a señalar que la noción del “tiempo histórico” que emanó de la cultura
histórica de la modernidad se basaba en una concepción donde el presente era un
momento muy estrecho dentro de un movimiento que iba del pasado hacia el
futuro, y dentro de ese transcurrir el pasado era el “espacio de experiencia”
de colectivos y de los individuos, mientras que el futuro permanecía “como
horizonte de expectativas” (Gumbrecht, 2005, p. 124). Lo que ha acontecido a
partir de la posmodernidad, sobre todo con el cierre del siglo XX y las
primeras décadas del XXI, es que se asoma una nueva cultura histórica debido a
la tendencia de privilegiar al presente, la sensación de permanecer en un
“presente ancho” como espacio de vida porque el pasado no se deja atrás y el
futuro permanece bloqueado, cerrado como horizonte de expectativas. Pero el
asunto no es menor ni simple porque el pasado no se disuelve, más bien diseña
el presente porque le da un orden y una orientación, como es el caso de los
medios audiovisuales y el cine en concreto (Quintana, 2011; Font, 2012).
Esto
es posible pensarlo a partir de tres propuestas de estudio de las
transformaciones en el tiempo de la manera como se materializa un orden social
y simbólico ante un cambio de época o de tecnología de comunicación.
Primero:
son parte de los estudios de Walter Benjamin
al reconocer el fin de un orden tradicional y la edificación de un nuevo
régimen histórico que pone en riesgo al tradicional (Arendt, 2008: 200). Es un
tanto el trabajo de Benjamin (2013), La
obra de arte en la época de su reproducción mecánica, donde, entre otras
cosas, señala el procedimiento de estudio que aplicó en varios de sus trabajos:
“A grandes intervalos de la historia, al mismo tiempo que el modo de existencia
de las sociedades humanas. Se transforma su modo de percepción” (p. 62). El
procedimiento de Benjamín indica dos dimensiones metodológicas de indagación:
la atención a un modo de existencia de un orden material presente en la vida
social, y que ordena una experiencia colectiva, y la atención al orden
simbólico desde el cual las personas perciben y organizan sus experiencias.
Esto es posible verlo en trabajos como “París, capital del siglo XIX” o los
referidos al París de Baudelaire (Benjamín,
2012), donde señala que un orden social y colectivo es debido a la presencia de
un “entorno objetual” organizado por una tecnología, que, al cambiar, se
modifica la experiencia y la percepción (Gallegos, 2015, p. 28).
Segundo:
al cierre del siglo XX Gitlin (2005) se preguntó cómo se llegó a una condición
de saturación de medios de comunicación presentes en la vida cotidiana, y parte
de tres principios: la idea errónea de que un medio de comunicación actúa en
solitario, cuando en realidad han sido una constelación de medios que crean un
entorno general; los medios no son objetos, sino presencias en la vida de las
personas, y a lo largo de sus biografías, porque están ahí, y son factores para
las dinámicas cotidianas, por lo que son “presencias envolventes”. Entender la
saturación significa cómo se llegó a una dinámica social caracterizada por la
velocidad, y eso es posible entendiendo el proceso histórico y social de la
manera como los medios han estado presentes en los escenarios cotidianos y se
han transformado junto con la vida social
Tercero:
una de las vertientes de la historiografía contemporánea apuesta por abordar
una perspectiva de estudio que permita entender, por un lado, la manera como el
pasado puede hacerse presente en estos tiempos donde el vínculo con el pasado
parece que se ha disuelto, y, por otro lado, explorar la tendencia de estar
envueltos por múltiples objetos del pasado, bajo inmersión de varias realidades
históricas y culturales. La propuesta es reconocer el pasado de la hermenéutica
y todo su legado para comprender a las culturas desde los procesos simbólicos,
pero igualmente es necesario reconocer el papel de las culturas de la
presencia, es decir, los eventos y procesos desde los cuales los objetos o
artefactos culturales intensifican un impacto con los cuerpos humanos, que
impactan y crean experiencias sensibles y afectivas, a partir de las cuales se
pueden contemplar los “efectos de sentido” (Gumbrecht, 2005, p. 18). Desde ahí,
la visión se desarrolla para atender cómo es posible producir la presencia del
pasado, es decir, la manera como los medios de comunicación y sus propios
materiales estaban presentes en la vida de las personas, y más allá de los
campos semánticos y los significados que implicaba acceder y dar cuenta de
ellos, porque los “efectos de presencia” en sí mismos producían experiencias
sensibles, sin llegar a ser contenidos conscientemente incorporados e
interpretados.
La
presencia del pasado de los medios permite comprender la manera como se
materializa la comunicación y con ello es posible atisbar parte del “ambiente”
de la época, y explorar el subsuelo emocional que está en condiciones de
latencia dentro del horizonte de expectativas de las personas, de una sociedad (Gumbrecht,
2005, p. 112).
4. Procedimientos.
La
visión que emana de los trabajos de la historia contemporánea ante las “hondas
fallas” del el tiempo histórico de la modernidad (Hartog, 2007), es una mirada
para estudiar los diversos modos de ser en el tiempo. Esto es importante porque
en esos esfuerzos hay un acercamiento importante y fundamental con lo cultural
y lo comunicativo en dos direcciones: primero, su reconocimiento como base del
trabajo historiográfico, como fue el paso de la oralidad a la escritura (De
Certeau, 1993); segundo, porque se contempla en los tiempos recientes el valor
de los medios audiovisuales como los constructores de las visiones del pasado
en los tiempos contemporáneos (Gumbrecht, 2003).
Bajo
esas dos consideraciones el presente trabajo se abre ante la pregunta sobre el
pasado de los medios de comunicación, la manera como su presencia a finales de
la década de los cincuenta e inicios de la de los sesenta en la ciudad de León,
Guanajuato, fue una pauta para determinados trazados de la experiencia de sus
habitantes, un periodo de amplias y radicales transformaciones culturales a
nivel mundial y nacional en donde se manifestó el tránsito tardío a una cultura
histórica de la modernidad en el país, y en la ciudad (Gómez y Vera, 2013). La propuesta
de este trabajo es que la pauta para
ingresar al pasado de los medios de comunicación a lo largo del siglo XX es la
pregunta sobre la presencia del cine en la ciudad en tiempos de cambios y
mutaciones en la cultura, donde la emergencia de la cultura masiva y la cultura
adolescente fue una de sus principales manifestaciones, al igual que las
alteraciones por la visualidad que provenía de la televisión y de las
renovación del cine, tanto internacional como nacional (Stäheli, 2011).
Pero
el siglo XX ha concluido y con ello el proyecto artístico del cine ha ingresado a una singularidad como
manifestación artística (Lipovetsky y Serroy, 2009; Rosenbaum y Martin, 2010).
Lo anterior significa que la relación posible que se puede hacer con el pasado
a través del cine que proviene de lo digital ha alterado la representación y
uso del pasado, de la mirada histórica alrededor del cine. Es un tanto como la
tendencia de la historiografía contemporánea de volver a pensar y a imaginar la
presencia del pasado bajo entornos contemporáneos de una manera divergente a la
del tiempo histórico de la modernidad, porque permanece a través de una “red” o
un “campo” de “realidades que conformaron fuertemente las conductas e
interacciones” y que emergen con otras manifestaciones en diversos entornos y
de diversas maneras en el presente, como acontece con el cine bajo los entornos
digitales que tienen un rasgo peculiar: el retorno del pasado (Gumbrecht, 2004,
p. 13).
La
pregunta sobre qué fue el cine en el siglo XX busca remitir a otras preguntas que
devienen de lo que fue en el pasado a partir de cuestionamientos que conciernen
a cierta urgencia de pensar el presente comunicativo, y específicamente sobre
el presente comunicativo de los jóvenes. La presencia del cine y de los medios
en la ciudad ha cambiado sustancialmente porque ha cambiado el entorno objetual
del hombre contemporáneo y con ello sus condiciones expresivas y materiales, es
decir, no solamente se ha modificado el campo semántico de la sociedad sino el
sistema de objetos, tecnologías y comunicaciones que están distribuidas y
presentes en la vida cotidiana y que implica un campo de percepción, un proceso
de cambio cultural y social que aconteció a mediados del siglo pasado.
Al
prestar atención a lo acontecido a lo largo de la década de los cincuenta del
siglo XX se puede observar una dinámica
de transformación generalizada como parte de la renovación de la vida
sociocultural del país (Greaves, 2010), e igualmente se puede observar en la
producción del cine mexicano, la manera como se disuelve lentamente lo creado
en los cuarenta para dar paso a una visualidad que atiende a un mundo urbano y
en emergencia (Cabañas, 2014; Ayala, 1993). Fue ahí donde apareció el fenómeno
de lo juvenil debido al giro de las industrias de la cultura del momento al
promover los productos dirigidos a los jóvenes, como fue el caso del cine, la
música y la televisión. En esa misma etapa, en la ciudad de León, Guanajuato se
puede observar una relación cercana en las transformaciones urbanas y el
equipamiento de ofertas para varias prácticas culturales, como las salas de
cine, junto con algunas modificaciones en la oferta de medios de comunicación,
como la llegada de la televisión, y la emergencia del fenómeno juvenil, que se
torna parte de la vida social y los entornos cotidianos de la ciudad (Gómez,
2007). Las alteraciones en la ciudad y su entorno objetual, de los nuevos materiales
de los medios de comunicación, modificaron
los horizontes de expectativas de grupos de
jóvenes porque con lo que encontraban parecía que se daba un enriquecimiento en
su experiencia, y con ello, como lo expresaba Benjamín (2007) sobre el
surrealismo, parecía que hubo un “aflojamiento del yo” y el deseo de romper con
los límites de lo conocido. Los materiales del cine, de la música y de la
televisión parecían ampliar la experiencia de los jóvenes de cómo ser jóvenes
del momento, y en ello, para algunos, había algo de lo señalado por Benjamín,
una especie de “iluminación profana” (p. 303), y alrededor de ello había un
cambio en la percepción de la corporalidad y del sistema visual del momento.
Lo
que interesa desarrollar en la segunda mitad de este trabajo es encontrar ese
mundo de experiencia que encontraron algunos jóvenes alrededor de las
alteraciones en el sistema de medios y en sus materiales, esbozar una imagen de
la manera como esas alteraciones permitió ampliar su experiencia y con ello alteró
los “límites de lo conocido”. Como se indicó en el primer apartado, este
trabajo se realiza a través de la revisión bibliográfica pero principalmente
desde los materiales que proporciona la prensa de la ciudad de esos años. El
trabajo con materiales bibliográficos y hemerográficos significa que se debe
reconocer que se trabaja con materiales previamente seleccionados y que de ello
emergen observaciones sobre la vida social e histórica. Es decir, se torna
visible la descripción de una realidad.
Lo
que interesa es recuperar algo de esa misma realidad que expresaba la prensa,
principalmente, porque en parte era el mundo social en el que se movían las
transformaciones y desde ahí el margen de acción de algunos jóvenes para buscar
experiencias de ser jóvenes en la ciudad. Para tener una idea de lo anterior es
importante esbozar dos elementos del entono de experiencia de los jóvenes a
finales de la década de los cincuenta: en primer lugar, la emergencia mediática
de lo juvenil que se manifiesta desde las transformaciones en la producción
cinematográfica nacional, con películas sobre problemáticas juveniles y asuntos
de jóvenes; la presencia de un acontecimiento que permita observar las
tensiones de las observaciones de la sociedad, a través del trabajo de la
prensa, y a partir de ello, el entorno mediático y juvenil del momento.
II. La presencia del pasado.
Asistir
a las salas de cine ha sido parte de un proceso histórico por el cual los
habitantes acceden a un espacio de inmersión desde el cual se realizan ajustes a
la ruptura entre las experiencias de lo cotidiano y los horizontes de sentido y
de expectativa de los espectadores (Gumbrecht, 2004, p. 185). Retomando la
propuesta de la sociología de Luhmann y de la historiografía contemporánea de
que todo relato es un recurso de conocimiento y de exploración personal (Gumbrecht,
2009), al igual que un procedimiento de observación y de conocimiento de lo
social (Farías y Ossadón, 2011), el cine ha sido estar presente en un espacio
social dentro del entorno urbano, y un dispositivo para desarrollar un
imaginario social sobre el presente de las personas que han asistido, y que con
el tiempo fue parte de su experiencia de vida. Como sucedió con el cine a nivel
internacional que pronto “el mundo del film se transforma en un medio
prominente para la autorreferencia de la sociedad contemporánea” (Gumbrecht,
2004: 185), porque algo ocurría con quienes asistían a las salas a ver cine, debido
a que sus materiales les mostraban algo de su realidad, les hacía contemplar de
alguna manera su vínculo con el pasado, removía escombros y sembraba
imaginarios por hacer cuerpo y mirada.
Al
estudiar el pasado del cine en la ciudad, es posible ver que muchas de las
experiencias de las personas les permitían sentir y darle nombre a algo que les
era nuevo, pero que era lo que esperaban y deseaban. No todos los
acontecimientos lo permiten, pero hubo algunos donde se gestaban “brechas del
tiempo” (Hartog, 2007, p. 15) donde las nociones del tiempo parecen ser
borrosos, entrar en crisis, porque aquello que vinculaba el pasado con el
presente y el futuro, entran en confusión, no son obvias, donde la autoridad de
una tradición parece desvanecerse y se deben encontrar “nuevas formas de tratar
con el pasado” (Arendt, 2008, p. 200).
Algo
así sucedió en la ciudad y con el cine a finales de los cincuenta y a
principios de los sesenta, un movimiento de aguas que parecía correr en sentido
contrario para la sociedad porque había algo que se estaba manifestando como
“hondas fallas” debido a que aparecía un nuevo “subsuelo emocional” (Jameson,
1995, p. 21) a través de los materiales que tornaban presentes los medios de
comunicación, algo que estaba en el aire y que parecía expresar un ambiente
afectivo entre grupos de jóvenes de la ciudad. El mundo juvenil que llegaba a
través de la música, pero que se hizo presente por el cine, fue tornando
visible a un tipo de jóvenes que, como lo expresaba Baudelaire sobre el dandy,
aparece en tiempos de transiciones (Gallegos, 2015, p. 33). El entorno objetual
que emergía en la ciudad y los materiales de los medios de comunicación creaban
las condiciones expresivas para una transformación en la experiencia en las
maneras de ser joven en la ciudad. Y la ciudad reaccionaba, se resistía.
El
27 de diciembre de 1961 la prensa local dio la noticia del hallazgo del cadáver
de una mujer joven abandonado en una casa en construcción de las nuevas zonas
residenciales de la ciudad. La noticia hubiera sido una más de los múltiples
asesinatos o suicidios de la época, pero en ese caso se trataba de algo
distinto: una mujer de 21 años de edad que por las mañanas trabajaba como
secretaria y en la noches se reunía con sus amigos en lugares donde algunos jóvenes
que acudían a divertirse escuchando y bailando música nueva, tomando refrescos
y cervezas, paseaban en motocicletas por los alrededores de la ciudad.
A
partir de la noticia de su muerte, la mujer fue conocida como Mary Chessman,
apodo que empleaba entre su grupo de amigos y que refería a Carly Chessman, un
asesino y violador norteamericano que fue ejecutado en la cámara de gas el 2 de
mayo de 1960. Con este suceso la ciudad pudo dar nombre a varias cosas que
habían estado presentes años atrás, un ambiente de incomodidad para gran parte
de los adultos y que a partir de entonces reaccionó porque encontró la
evidencia contundente de algo que sucedía: la presencia de los rebeldes sin
causa.
La
muerte de Mary Chessman hace visibles una serie de procesos con dimensiones
internacionales, nacionales y locales del momento y que definían una zona de
demarcación cultural, social y generacional en la ciudad, y donde el cine fue
una de las pautas claves en la transición. Al mismo tiempo su muerte coincide
con el inicio de una etapa de comercialización en el país de una cultura
juvenil que se manifestaba con la música del rock and roll que llegaba a la
ciudad a través de películas, programas de televisión, música en la radio,
espectáculos musicales, y, desde entonces fue parte de la vida cotidiana de
muchos jóvenes.
5. Cine, música y jóvenes en la ciudad.
Se
considera que la primera película que incluyó una pieza de rock and roll fue Semilla de maldad (Blackboard Jungle, 1955), donde Bill Haley y sus Cometas
interpretaban al inicio “Rock al Compás del Reloj”. Con la inclusión de esta
canción en la película, su sonido no solo alcanzó un impacto internacional sino
que hizo presente la vitalidad con la que se identificaron jóvenes de todo el
mundo. El antecedente obligado es la película con Marlon Brando, El Salvaje (The Wild One, 1953) y el punto culminante fue la película
interpretada por James Dean, Rebelde sin
Causa (Rebel Without a Case,
1955).
En
el periodo entre esas películas muchas cosas pasaban en el mundo y en el país,
pero para grupos de jóvenes representaba algo que parecía que estaban
esperando, algo que les acercaba a un mundo diferente y que les tocaban en lo
afectivo, Y la clave eran los actores de estas películas y los personajes
encarnados porque eran parte de la “explosiva modernidad” que provenía de Estados
Unidos y su capacidad de exportar un modelo de jóvenes, de extenderlo como un
modelo universal, “con todo y sus vicios y valores”, y que en el México urbano
de ese entonces “muchos jóvenes, principalmente de clase media y en las
ciudades, más allá de emular a Brando y a Dean, copiaban una moda, con lo cual
parecían que se hacían consecuentemente modernos, lo que también implicaba que
empezaran a escuchar y bailar rock and roll” (Palacios, 2004, p. 332).
El
cine mexicano de la época fue parte de ese movimiento de la emergencia del
mundo juvenil y adolescente. De acuerdo con el crítico de cine Viñas (1987),
entre 1951 y 1958 hubo un momento de transición del cine en México después de
su glorioso periodo de oro, un momento de crisis en la creatividad y el impacto
de sus propuestas a nivel nacional e internacional. Para Viñas hubo tres áreas
temáticas que tendrían un vínculo con lo juvenil y con la música de rock, una
visión cercana a las inquietudes despertadas por Rebelde sin Causa (1955), en donde se plasmaba la problemática de
jóvenes que se rebelaban al patrón de vida de los adultos al mostrar a unos
jóvenes desadaptados socialmente o con tendencias a la delincuencia juvenil: el
melodrama juvenil, derivado y en relación con el melodrama pasional y familiar;
la picardía senil de la comedia donde músicos maduros se encuentran con el rock
and roll como una moda del momento, y la comedia musical.
Si
tomamos la periodización junto con la clasificación de las áreas temáticas del
cine mexicano con problemáticas juveniles que propone Viñas (1987), y lo
complementamos con lo esbozado por Ayala (1993), se puede tener una imagen de algunas
de las películas presentes en el país.
CUADRO
1
CINE
MEXICANO JUVENIL 1951-1958
Melodrama juvenil: |
Picardía senil y la
moda del rock and roll: |
Comedia musical: |
Y
mañana serán mujeres (1955) |
Al compás del rock and roll (1957) |
Baile
mi rey (1951) |
Con
quién andan nuestros hijos (1955) |
Los
chiflados del rock and roll (1957) |
Mujeres
de teatro (1951) |
Llamas
contra el viento (1956) |
La
locura del rock and roll (1956) |
Tres
alegres comadres (1952) |
Los
hijos del divorcio (1957) |
|
El
vendedor de muñecas (1955) |
A
dónde van nuestras hijos (1958) |
|
Música
de siempre (1956) |
El
caso de una adolescente (1958) |
|
|
Fuente:
elaboración propia a partir de Viñas, 1987; Ayala Blanco 1993
Las
tres temáticas tuvieron relación con otra tendencia del cine mexicano de
mediados de los cincuenta: el paso del cine de la prostituta a cabaretera hasta
llegar al cine del “desnudo artístico” (Cabañas, 2014), porque abrieron la
rendija a la inquietud sexual de los adolescentes, con la consiguiente
aparición de los dramas juveniles; pero igualmente con las películas de cabaret se manifestó uno de los lugares
desde el cual la vida festiva y nocturna de la ciudad se encuentró con la
música como espacio para difundir lo consagrado en el gusto del público del
momento, y donde se experimentan nuevas tendencias musicales.
Espacios
de espectáculos musicales nocturnos fue el lugar donde se comenzó a escuchar
música de rock, y las películas alusivas a esas temáticas son consideradas como
el primer medio masivo donde la gente supo y conoció el rock and roll en el interior
del país. Fue parte del punto de encuentro entre el cine y la música de rock, y
no es gratuito que en su estudio sobre el rock en México, Paredes y Blanc
(2010, pp. 395-396) señalen como sus antecedentes a músicos adultos que entre
1955 y 1957 tocaban en centros nocturnos, carpas, cabarets, y donde se comenzó
a tocar, y a bailar música del rock. Gloria Ríos, Pablo Beltrán Ruíz, Venus Rey,
Chilo Moran, Agustín Lara, fueron algunos de los músicos con los que se vincula
la interpretación musical en cabarets y en algunas de las primeras películas
alusivas al rock and roll.
Tres
movimientos claves se pueden percibir como los momentos de la primera
manifestación del rock and roll en la capital del país y su extensión hacia
todo el territorio nacional (Paredes y Blanc, 2010). El primero que va de 1957
a 1958, y es el momento que coincide con parte de la periodización de películas
con el tema de los jóvenes que señala Viñas, donde jóvenes comenzaban a acudir
a lugares donde se podía escuchar en rocolas la música del rock and roll que
llegaba de Estados Unidos, como neverías, cafeterías, fiestas privadas, y
comenzaron a formar los primeros grupos como fue el caso de Los Locos del
Ritmo, Los Rebeldes, Los Sonámbulos, Los Black Jeans, Los Crazy Boys, Los
Boppers, Los Hermanos Carrión y varios más (Palacios, 2004, pp. 336).
El
segundo momento, entre 1959 y 1961, fue cuando la industria de la música prestó
atención a las agrupaciones musicales y grabaron los primeros discos para ser
puestos a la venta y a su difusión por la radio, a partir de 1960, y, un año
después, los primeros programas de televisión a nivel nacional. Fueron los
momentos en que los grupos comenzaban a ser conocidos en gran parte del país,
ya sea por la radio o la televisión, pero igualmente por giras artísticas que
se realizaban por distintas regiones de México. El tercer momento se gestó
entre 1960 y 1961 cuando los cantantes de los principales grupos musicales se
separaron e iniciaron sus carreras musicales como solistas, como fue el caso de
Manolo Muñoz, Cesar Costa, Julissa, Enrique Guzmán, y su presencia como
solistas fue significativa tanto en cine como en la televisión, la radio y las
giras artísticas por todo el país.
Los
antecedentes y el primer momento del rock mexicano llevan a considerar dos cosas claves: el
impulso al rock mexicano fue importante para que el rock and roll pudiera
generalizarse en el país, y ese impulso fue a través de la industria del
entretenimiento y los medios de comunicación. Pero a partir de los últimos años
de los cincuenta el cine mexicano se encuentra en una crisis continua porque, a
diferencia de la década previa, no había películas importantes porque los temas
importantes habían declinado. Uno de los temas emergentes, y hasta mediados de
los sesentas, fue el de los jóvenes, que, siguiendo nuevamente la clasificación
de áreas temáticas de Viñas (1987, p. 208), se desarrolló a través de nuevos
melodramas familiares, los melodramas juveniles y las comedias musicales que
incluían la música moderna, algunas con inspiración de las películas de espías
a la manera de James Bond.
Si
tomamos algunas de las películas señaladas por Viñas (1987), y la completamos con
lo indicado por Ayala (1993), y reducimos la etapa entre los años de 1959 y
1967, se puede presentar un panorama como el siguiente:
CUADRO
2
CINE
MEXICANO JUVENIL 1959-1967
Melodrama familiar: |
Melodrama juvenil: |
Comedia musical: |
Amor
en la sombra (1959) |
Ellas
también son rebeldes (1959) |
Una
joven de 16 años (1962) |
La
edad de la tentación (1959) |
Peligros
de juventud (1959) |
A
ritmo de Twist (1962) |
La
rebelión de los adolescentes (1959) |
Mañana
serán hombres (1960) |
Twist
locura de juventud (1962) |
El
derecho de nacer (1963) |
Pecado
de juventud (1961) |
Mi
alma por un amor (1962) |
Cielo
rojo (1961) |
Juventud
sin ley (1964) |
Mi
héroe (1964) |
El
derecho de nacer (1963) |
Los
jóvenes (1960) |
|
El
derecho de nacer (1963) |
Quinceañera
(1960) |
|
Fuente:
elaboración personal a partir de Viñas, 1987; Ayala Blanco, 1993
Esta
segunda fase del cine mexicano de jóvenes coincide con el segundo y el tercer
momento de los inicios del rock and roll en el país. Si bien no en todas las
películas se introdujo el tema o la música de rock, si es posible ver que algo
en los jóvenes cambia y lo hace en parte por lo que se iba creando alrededor de
la música de rock. Igualmente es importante la observación de que por el cine
de jóvenes, la música de rock se constituyó como parte de la vida de los
jóvenes en el país, porque en un primer momento había una actitud de rechazo
por su carácter provocador y rebelde, pero cuando aparecieron nuevos ritmos
juveniles que apelaban más a lo lúdico que a lo sensual, como sucedió cuando el
rock and roll se transformó en twist en el país, las cosas cambiaron. Palacios (2004)
expresa algo que es clave y fundamental:
El twist fue el baile
que permitió realmente a todo mundo ser “joven”. Con el twist, la música de los
jóvenes había dejado de ser territorio exclusivo de éstos, y acabó de perder su
carácter de resistencia, o la poca que le quedaba, dando paso a su integración
como parte de la cultura popular en general (pp. 342).
La
afirmación de Palacios es la pauta para entender lo que sucedió en la ciudad de
León ante la muerte de Mary Chessman: todo aquello que remitía a lo juvenil por
referencia a la música de rock era un peligro, pero cuando el twist llegó a la
ciudad en 1962, la ciudad misma adoptó una actitud y fisonomía juvenil.
6. Cine juvenil en la ciudad.
Al
día siguiente que se publicó la noticia sobre la muerte de Mary Chessman, la
sala de cine Américas tenía una cartelera que incluía dos películas: Que nadie escriba mi epitafio (1960),
película norteamericana dirigida por Philip Leacock sobre el drama de una mujer
y su hijo joven y cuyas vidas quedan alteradas por la muerte del esposo/padre
al ser ejecutado en la silla eléctrica; y La
joven (1960) un drama psicológico dirigida por Luis Buñuel, una producción
entre México y Estados Unidos donde un hombre mayor cuida a una adolescente
huérfana en una isla desierta hasta que llega un músico negro acusado de
violación. El punto a llamar la atención es que para ese entonces la presencia
de películas con temáticas juveniles era más habitual en la cartelera de cine
de la ciudad, y que de alguna manera en esas películas que se proyectaron, por
lo menos desde 1956, tenían algo que decirle a distintos grupos de jóvenes de
la ciudad.
Para
entender el vínculo del cine en la ciudad, las películas de temáticas o
problemáticas juveniles, y el impacto en algunos grupos de jóvenes es necesario
considerar dos elementos: la etapa del cine en la ciudad y algunos cambios en
la cartelera cinematográfica de películas juveniles.
Primero. En la ciudad de
León, Guanajuato, el cine ha estado presente a través de salas
cinematográficas, desde los inicios del siglo XX y hasta la fecha (Gómez,
2001). Pero no ha estado presente de la misma manera pues se han dado fases en
las cuales la oferta cultural del cine dentro del entorno urbano ha tenido
modificaciones y algunas diferencias.
La vida en la ciudad tuvo
un cambio importante al finalizar la década de los cincuenta y en los primeros
años de los setenta, algo que coincide con el equipamiento de salas
cinematográficas en esas décadas. En un esfuerzo de síntesis que se
realizó para cartografiar las salas de cine en la ciudad de León desde
principios hasta finales del siglo XX (Gómez, 2004a), y tomando en cuenta la
propuesta de García (1997) para entender la evolución de las ciudades en el
país durante el siglo pasado (Cruces, 2012), es posible esbozar las etapas del
cine en la ciudad de León a lo largo del siglo XX de la siguiente manera:
CUADRO 3
ETAPAS DEL CINE EN LA CIUDAD DE LEÓN SIGLO XX
Etapa |
Características |
Décadas |
Tipo ciudad |
1 |
Cine
itinerante, callejero, semi-fijo |
1897-1910 |
Histórica |
2 |
Primeras
salas estables |
1910-1921 |
Histórica |
3 |
Teatro/salas
de cine |
1921-1950 |
Histórica Industrial |
4 |
Cines
monumentales |
1950-1970 |
Industrial Mediada |
5 |
Descentralización,
crisis de salas monumentales |
1980-1993 |
Mediada |
6 |
Complejos
cinematográficos |
1993 a
2000 |
Mediada Internacional |
Fuente:
elaboración propia a partir de García 1997.
El cuadro con
las etapas del cine en la ciudad a lo largo del siglo XX cumple la función de
proporcionar rasgos generales de lo que acontecía en la ciudad y en el tipo de
equipamientos de salas de cine en cada etapa o a lo largo de distintas etapas.
A partir de ello es posible atisbar que la llegada de la década de los sesenta
estuvo precedida por una fuerte presencia de la ciudad industrial y los
primeros trazos de una ciudad de la comunicación. Las salas a finales de los
cincuenta se debatían en aquellas que tenían un aspecto similar a la de un
teatro tradicional y aquellas que se remodelaban o se inauguraban con una
arquitectura y concepción moderna para la época, buscando ser un referente
monumental para llegar a ser un lugar de encuentro y recreación para una
sociedad que crecía y se diversificaba. La experiencia de ver cine a finales
de los cincuenta y principios de los sesenta tiene otro rasgo igualmente
significativo porque fue el último periodo donde había una importante
diversidad de oferta en la cartelera en lo cotidiano y a lo largo de los meses
y los años. Es decir, a principios de los sesenta, una persona tenía como
opción una amplia diversidad de películas, lo cual implicaba una asistencia al
cine más como una rutina de la vida social en la ciudad.
Segundo. Como parte de las
películas a las cuales se podía acceder en esa época, los asistentes a la
ciudad comenzaron a ver algunas comedias y dramas donde se introducían asuntos
de jóvenes y adolescentes. Entre 1956 y 1960 los jóvenes en la ciudad pudieron
ver algunas películas extranjeras como Al
compás del rock and roll, Rebelde
ternura, Melodía inmortal, Desenfreno juvenil, Juventud Rebelde, Generación
rebelde, Maratón de Baile, Bamboleo frenético, rock, rock, rock, o películas
mexicanas como La rebelión de los
adolescentes, Juventud desenfrenada,
Los chiflados del rock and roll, Peligros de juventud, El caso de una adolescente, Señoritas.
En 1957 se proyectó Rebelde sin causa y en 1958 y Semilla de maldad. De acuerdo con
testimonios de personas presentes en sendas proyecciones los dramas familiares
y juveniles de las películas fueron vistos con un gran realismo, tanto porque
hablaban de la desintegración de la familia como por la actitud desenfrenada de
jóvenes y adolescentes. Debido a ello algunas de las películas que se
proyectaron tuvieron la intención de prevención, como Quinceañera, Con quién andan
nuestras hijas, Ellas también son
rebeldes, y otras llamaban a los adultos a la precaución, sobre todo con
las mujeres jóvenes, como La edad de la
tentación, La rebelión de los
adolescentes, Los jóvenes, El caso de una adolescente, Señoritas.
7. Cine y música: la
presencia de lo juvenil en la ciudad.
Difícil
saber lo que tenían de real impacto las películas de tema juvenil en la ciudad,
sobre todo las mexicanas. Además, hay otros indicios que señalan que el
entretenimiento no estaba cercano al mundo juvenil que provenía a partir del
movimiento del rock and roll, los jóvenes debían de divertirse con lo que
estaba presente para las familias de esos momentos. Pero había algo en el
ambiente, algo que se movía entre ciertos grupos de jóvenes.
En
su famoso ensayo sobre el posmodernismo, Jameson (1995) hace la observación de
que este nuevo periodo de la cultura a partir de finales de los cincuenta del
siglo XX fue “un subsuelo emocional totalmente nuevo”, dentro del cual se
gestó, entre otras cosas una alteración del vínculo con la historia ante el “debilitamiento
de la historicidad”, en gran parte por la presencia de “una nueva cultura de la
imagen o del simulacro” (p. 21). Momentos en los cuales el cine moderno está
replanteando las pautas de producción del cine clásico (Choi, 2009), el cine de
la época proponía una experiencia sensible y cognitiva con el presente de los
jóvenes, que para muchos era una experiencia nueva, más que un discurso
alrededor de una tradición que los nombraba y contemplaba como jóvenes, y lo
cual debían ajustarse.
En
los tiempos de la muerte de Mary Chessman, diciembre de 1961, algo estaba
sucediendo en la ciudad cuando la prensa local anunció que el 18 de noviembre
de ese año estaba programado para presentarse Bill Haley dentro de la cartelera del
espectáculo organizado por la Caravana Corona, y eso parece que fue un cambio
en la dirección del viento: por un lado, desde 1959 hay evidencias de la
presencia del rock mexicano tanto con las primeras producciones discográficas, en
programas de televisión y en el cine
mexicano; por otro lado, la emergencia del twist a principios de 1962 como una
forma de calmar las ansias propiciadas por el rock and roll, y de convertirlo
en una moda juvenil, una vía para hacer juvenil a la sociedad y la cultura.
Entre
1962 y 1963 se proyectaron películas con tema de jóvenes, y varias de ellas
vinculados con la música, como una estrategia comercial de aprovechar el
momento de “locura” de la juventud. Por ejemplo, películas mexicanas que se
produjeron a finales de los cincuenta se vuelven a programar así como las
nuevas que tienen el impulso del twist y de los grupos musicales juveniles, y
sus solistas, como, Mañana serán hombres,
Las jóvenes, Pilotos de la muerte (Locos del twist); Twist Locura de juventud, Ellas
también son rebeldes, Una joven de 16
años, Cuando los hijos se pierden,
Matrimonios juveniles, A ritmo de twist, La edad de la tentación, La
rebelión de los adolescentes, La
sombra en defensa de la juventud. En cuanto a las películas
norteamericanas: Frenesí de primavera
y El sueño que yo viví, Noche de carnaval, Al compás del Twist, Chubby, La
nave del jazz, Juventud de noche,
Porque son jóvenes, Hechizo Hawaiano, donde aparecían en
algunas de ellas Pat Boone, Chubby Cheker y Elvis Presley.
El
entorno había cambiado y en esos años aparecieron nuevos espacios para que los
jóvenes accedieran a manifestaciones musicales para jóvenes. Por ejemplo, en
1963 la estación de radio XEKX tenía un
programa que se llamaba “La rockola al aire”, donde se programaban de 20 a 30
éxitos del momento, y a mediados de ese año se programaban músicos
internacionales como a Paul Anka (Ese peso, Llorando con el viento), Los
Tornadores (Telestar), Santo y Johny (Venus, Sonámbulo, Caravana), Cesar Costa
(Te esperaré), Neil Sedaka (¡Oh! Carol), pero sobre todo los grupos y solistas
del rock mexicano, como a Los Rebeldes del Rock (Corre Sansón, Todo ha
terminado), Manolo Muñoz (Niña no llores, El barquito), Enrique Guzmán (Lo sé,
Dame felicidad, Vida, Enseñando Bossa Nova), Julissa (Mucha gente se casa),
Cesar Costa (Te esperaré), Teen Tops (Anoche no dormí), Los Locos del Ritmo
(Camina derechito). Igualmente, entre 1962 y 1963 vivieron a la ciudad, ya sea
por la Caravana Corona o a espectáculos más específicos, Los Teen Tops, Los
Rogers, Enrique Guzmán, Los Rebeldes del Rock, Manolo Muñoz, Los Sleepers, Los
Tribunos, Cesar Costa, Los Hooligans, Los Continentals, María Eugenia Rubio.
El
ambiente juvenil que despertaba en estos momentos fue visto por varios de los
jóvenes del momento como un asunto que se tornaba ambiental, un referente
cultural que estaba flotado en el ambiente y al que se comienza a acceder por
rutina y de manera generalizada, más que por un acto de encuentro y hallazgo
personal. La moda y los referentes de una vida moderna juvenil fuerib a partir
de entonces una pauta de diferenciación con el pasado, con los adultos y con
las formas de ser joven.
III Cierre. Jóvenes en el cine y la vida flotante.
En
el curso de este trabajo, vimos surgir a los cristianos del siglo XVII como se
ve surgir una isla en el mar. Apareció un terreno diferente, ahí donde menos me
lo esperaba. Esto fue sorpresivo, ya que el destino del trabajo está
necesariamente ligado a los sitios de donde se parte, a lo que uno es.
Michel
de Certeau, Historia y Psicoanálisis.
El
trabajo con los materiales con los materiales de la prensa del pasado ha sido
un tanto como lo expresado por De Certeau (2007) porque ha permitido encontrar
algo diferente a cuando comenzó la investigación, pues la realidad que
manifiestan sus materiales ha sido como contemplar una realidad social “como se
ve surgir una isla en el mar” (p. 101), y eso ha llevado a incursionar en una
reflexividad tanto de lo que uno es como sujeto de conocimiento, como del punto
constructivo desde dónde se partió. Como se dijo en el apartado del inicio, no
se trata de ir al pasado para aprender del presente, sino de cómo el presente
es organizado por el pasado, y en este punto el trabajo de la historiografía
contemporánea puede ser importante para los estudios de los medios de
comunicación porque, por un lado, manifiestan la importancia de un trabajo como
lo que hace Luhmann con la sociología: pensarlo manera histórica, y, por otro
lado, porque con los materiales contemporáneos de la comunicación se hace
presente el pasado que se incorpora y discurre en las prácticas y cosmovisiones
cotidianas, y además porque son los materiales para comprender lo que hoy es la
presencia de lo cultural por lo comunicativo.
A
mediados de la década de los cincuenta Hoggart (1990) describía a la
“generación de la rocola”, jóvenes ingleses que acudían a las cafeterías que
mostraban “una ruptura completa con la decoración tradicional” y a las que acudían
hombres y mujeres adolescentes “vestidos a la moda con ropa estrafalaria y con
un andar que imita a los héroes de las nuevas películasnorteamericanas” (pp.
209-2010). Mary Chessman era de esa generación, de la “generación de la
rocola”, y su muerte es un punto de
partida para observar un régimen de historicidad donde se localiza una “brecha”
en el pasado, la sensación de estar en dos mundos, y el acercamiento al entorno
objetual de su época a través de los materiales de la prensa ha permitido
observar la reacción de la sociedad ante un mundo que se abría y de un grupo de
jóvenes que encontraban con el cine y con la música materiales para ampliar su
experiencia, y en ello parece que uno se encuentra con algunos de los momentos
iniciales de la posmodernidad en la ciudad, ese periodo de cambios de pautas
culturales que señala Jameson (1995), donde se rompe el vínculo con el pasado
de la modernidad y se gesta “un subsuelo emocional totalmente nuevo”.
En
el trabajo se intentó no generar interpretaciones, solo mostrar algo que estaba
presente en la prensa del momento y cuyos materiales manifestaban algunos
“efectos de presencia” en la ciudad y desde los cuales se puede observar
algunas reacciones de jóvenes que estaban atentos y cercanos a ellas. Asimismo
la presencia del cine juvenil en la ciudad permite observar esos cambios que
organizaban la manera como se manifestaba lo simbólico, y en este punto la
presencia de la música y las nuevas condiciones de la visualidad permiten
atisbar no solamente detalles que pasan desapercibidos desde una percepción y
concepción del presente, sino la intensidad, la complejidad y la energía social
y simbólica que se desplegó a lo largo de los años, del “subsuelo emocional”
que emergió entonces, y que de una o de otra manera sigue por ahí, como una
latencia que aparece de continuo en diversos momentos en aquellos de
alteraciones en la ciudad, los medios de comunicación y los jóvenes, sobre todo
a partir de entornos como la globalización cultural y la comunicación digital,
interactiva y móvil, donde es muy claro que ver cine no es necesariamente ir a
salas de cine, sino un espacio desde donde se comparte y se interactúa.
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