LAS AUDIENCIAS DE CINE EN TORREÓN, COAHUILA, MÉXICO, DURANTE LAS
DÉCADAS 1940 – 1960
Blanca Chong
José Luz Ornelas López
Jazmín Alejandra Solís
López
Jessica Ivonne Flores
Ramírez
Universidad Autónoma de Coahuila
Resumen:
Este trabajo muestra la experiencia social de
asistir al cine en Torreón, Coahuila, México, durante las décadas de 1940 a
1960, con base en entrevistas a 20
informantes mayores de 60 años. Los resultados expresan la importancia que
tenía la asistencia al cine, la influencia de películas y actores en la vida de
las personas, así como la transformación que iban teniendo las salas de
exhibición de cine, a la par de la que vivía la ciudad.
La
investigación forma parte del Proyecto Culturas cinematográficas en contexto:
Estudio comparativo de programación cinematográfica y asistencia al cine en
Bélgica y México, coordinado por José Carlos Lozano Rendón, Philippe Meers y
Daniel Biltereyst.
Palabras
clave: Audiencias cinematográficas, Nueva Historia del Cine, Cine en
México.
Abstract
This work shows the social experience
of cinemagoing in the city of Torreon Coahuila,
Mexico during the 1940s to 1960s based on interviews of 20 people 60 years old
and up. The results show the importance cinemagoing
had in the people, the influence of movies and actors in the life of people, as
well as the transformation that movie theaters along with the transformation lived
by the city.
The investigation is part of the
Cinematography Cultures Project in context: A comparative study of the movie
programming and attendance to the movie theaters in Belgium and Mexico
coordinated by Jose Carlos Rendon, Philippe Meers and Daniel Biltereyst.
Key
words: Film audiences, New Cinema History, Mexican cinema.
Introducción
La época que comprende el período de asistencia al
cine que aquí se reporta es la que Lipovetsky y Serroy (2009),
consideran una segunda fase en la historia del cine, que va de la década
de los treinta a la de los cincuenta del siglo pasado, período en que en todo
el mundo se convirtió en el principal entretenimiento, e implicó por tanto una
modificación de los hábitos y la forma de comprender el mundo por parte de las
audiencias.
Acudir al cine se asocia en la literatura con la
rutina y las actividades que conforman la cultura, las costumbres y la
ideología de los espectadores. La experiencia social de ir al cine ha evolucionado
con el paso del tiempo: en un momento dado fue un elemento de modernidad de la
ciudad y sus habitantes, un
entretenimiento de prestigio para convertirse después en el centro de la
recepción en familia o grupo social (Meers, Luzón, Lozano, Biltereyst,
Cabeza, 2014).
La
“Nueva Historia del Cine” (New Cinema History) es un
enfoque que estudia tanto la programación de películas como la experiencia
social de ir al cine de las audiencias, en el que se destaca la importancia de
analizar la explotación económica de las salas de cine, las líneas históricas
en el desarrollo de la exhibición cinematográfica y el origen y género de las
películas, así como los patrones de su exhibición. Además, mediante análisis
histórico de recepción con públicos pertenecientes a distintos grupos de edad y
nivel socioeconómico se ha establecido la necesidad de considerar los
significados culturales y sociales de su asistencia al cine en diferentes
épocas, concentrándose en las experiencias cotidianas de los cinéfilos. En esta
perspectiva, a partir del modelo de “consumo fílmico en contexto” se analiza la
cultura cinematográfica de manera sistemática y se logra una reflexión completa
acerca del cine, desde el punto de vista económico, político e ideológico
(Meers, Biltereyst y Van de Vijver,
2008; Lozano, Biltereyst,
Frankenberg, Meers, Hinojosa, 2012).
En la
investigación desde este enfoque se parte de la necesidad de estudiar la
historia del cine no desde la perspectiva de las películas o los actores, sino
desde una nueva visión en la que la
audiencia y sus hábitos de consumo son el centro de atención. En la nueva historia del cine confluyen
aspectos tan diversos como el contexto histórico, político y económico de cada
época, las salas de exhibición y las transformaciones que han sufrido, la
proyección de determinadas películas en cada momento y el consumo por cada
audiencia, pues existen diferentes tipos de consumidores de cine, con rutinas y
rituales de carácter social y familiar en torno de la asistencia al cine
(Meers, Luzón, Lozano, Biltereyst, Cabeza, 2014).
El cine en Torreón
El surgimiento de Torreón[1]
como ciudad se dio prácticamente a la par del cine. La villa de Torreón fue
elevada al rango de ciudad el 15 de septiembre de 1907. Su población había
crecido de manera asombrosa, pues apenas en 1883 se asentaron los primeros moradores en el
entonces rancho y para 1900 la villa tenía 23,190 habitantes; hacia finales del
porfiriato prácticamente había duplicado ese número,
ascendiendo a 43,382 habitantes (Orellana, 2005). Un factor determinante en ese
crecimiento fue la llegada del ferrocarril, que permitió el traslado de las
cosechas de algodón, cereales y hortalizas hacia otros mercados. Desde sus
inicios la ciudad mostró algunos signos de modernidad propios de las grandes
ciudades industriales del mundo. La cantidad y calidad de los servicios que se
ofrecían entonces en bancos, restaurantes, comercios de productos importados,
lavanderías, librerías, servicios funerarios, entre otros, eran representativas
de la gran diversidad de sus habitantes, muchos de ellos provenientes de otras
regiones del país y del mundo.
Durante la época de esplendor de la región lagunera,
en la primera mitad del siglo XX, Torreón tuvo tres momentos definitorios en su
historia: el primero a partir de su formación como conglomerado urbano, a fines
de la década de 1880 hasta 1910, la víspera de la Revolución Mexicana. Es el
período formativo del espacio urbano. Durante esos años la incipiente ciudad
carecía de los servicios públicos más importantes; el siguiente momento
transcurrió entre 1924 y principios de los años treinta y se caracterizó por
ser el inicio de la masificación de los servicios básicos urbanos, como agua
potable, drenaje, pavimentación de calles y alumbrado público; el tercer
momento transformador ocurrió entre mediados de la década de 1940 y principios
de los años cincuenta, y comprende buena parte de los años que se conocen como
“época dorada de Torreón”, durante los cuales la ciudad se transformó de un
rancho grande en una moderna urbe (Ramos, 2009).
En cuanto
al surgimiento del cine en la ciudad, en los años finales del siglo XIX e
inicios del siglo XX, igual que en el resto del país, en Torreón no existían
salas cinematográficas. El cine comenzaba a desarrollarse en pequeñas carpas, que se montaban en las
calles de la ciudad durante cortas o en algunos casos prolongadas
temporadas y ofrecían diversos espectáculos a precios accesibles para la
población. Se trataba de locales adaptados para la proyección de las llamadas
“vistas”, que en muchos casos no cumplían con las más mínimas condiciones para
disfrutar plenamente el nuevo invento. No eran salas de cine tal como se
conocen comúnmente.En muchos casos las carpas carecían de asientos e
instalaciones adecuadas para los espectadores (Aguilar, 2011; Morales, 2013).
Los cines en Torreón, al igual que en la
capital y otras ciudades importantes de
México, se convirtieron rápidamente en
una opción de entretenimiento para muchos
habitantes. Junto a las diversas formas de diversión que ya existían el cine comenzó
a destacar como una alternativa que pronto se volvió masiva (Morales, 2013). El
éxito del cine en la ciudad en esos años se explica, entre otras razones, por
la afluencia de extranjeros que no hablaban español, para quienes el cine mudo
resultaba una excelente alternativa de entretenimiento.
Uno de los primeros
sitios donde se proyectaron películas en Torreón fue el Teatro Herrera, construido en 1897 y ubicado en lo que entonces
constituía el área de mayor actividad en la naciente ciudad, en el que se
presentaban obras de teatro, zarzuelas y espectáculos musicales (Aguilar, 2011;
Terán, 1997). Ese
pequeño teatro, situado en las calles Múzquiz y
avenida Juárez era un “jacalón”[2]
de adobe en el que se buscaba emular las construcciones de los grandes teatros.
Para 1908 comenzaron
a funcionar en la ciudad algunas carpas, la primera de ellas fue la Carpa Pathé, propiedad
de la Compañía Cinematográfica de Torreón, creada por Isauro Martínez, Francisco
J. Lozano y Ciro Meléndez, en la que también se hacían representaciones
teatrales y espectáculos de las revistas políticas (Aguilar, 2011). Otra fue la Carpa Torreón,
ubicada en el sitio donde después estuvo el Teatro Princesa, en la esquina de
las calles Valdés Carrillo y avenida Morelos (Del Bosque, 2000).
En 1919 inició actividades el Teatro Princesa, el primero de
“categoría” en Torreón. Este teatro fue el principal de su época (hasta 1930 se
construyó el Teatro Martínez) y el de mayor cupo y mejor presentación y comodidades. Era la sede
de los espectáculos capitalinos, que casi siempre incluían la ciudad de Torreón
en sus giras.
Los años veinte fueron de bonanza para la región,
por el auge de las actividades agrícolas, principalmente las dedicadas al
cultivo del algodón, las de la naciente industria y las comerciales. Algunas
obras importantes de la ciudad fueron construidas en ese período (Orellana,
2005). Para 1921 la ciudad ocupaba el noveno lugar entre las principales
ciudades de México.
Cuatro años después del Princesa, el 14 de septiembre de 1923, se inauguró el Teatro Royal, un nuevo
cine-teatro con capacidad para cuatro mil personas (Méndez, 2012; Orellana,
2005). Posteriormente este teatro se convertiría en el cine Variedades.
El Teatro Isauro Martínez, inaugurado el 7 de marzo de 1930, fue sin duda el mejor y más importante teatro
de esa época, hoy es considerado una de las joyas arquitectónicas de la región.
En un principio combinó la función de cine y teatro, después sólo exhibía
películas. En el año en que fue inaugurado el Teatro Isauro Martínez “El cine
recientemente sonorizado, causaba sensación en nuestra ciudad (…) Las funciones
cinematográficas comenzaban a desplazar las representaciones teatrales en las
preferencias del público” (Corona, 2012, p. 1).
Los primeros teatros, Princesa, Royal y el Isauro Martínez formaron
parte de las empresas del grupo encabezado por este último, zacatecano que se
ubicó en Torreón a finales del siglo diecinueve y pionero en negocios de teatro
y cinematografía en la naciente ciudad.
A partir de los años
cuarenta hasta los setenta la industria cinematográfica de México tuvo una
época dorada, en la que además de importantes producciones, protagonizadas por
actores con los que el público tuvo una gran identificación, se construyeron
los grandes cines. Lo mismo ocurrió en Torreón, que en la década de los cuarenta era de las tres
primeras ciudades de tamaño medio en la categoría de “atrayente de población”,
de acuerdo con las medidas utilizadas por los especialistas en economía urbana
(Ramos, 2009).
Como sucedía en otras ciudades de México y Europa, (Luzón, Ferrer,
Meers, Lozano, Bitereyst, 2014), en Torreón las
grandes salas de cine se ubicaban en el centro de la ciudad, donde tenían su
residencia las clases alta y media alta, mientras que los cines de barrio se
ubicaban en la periferia de la ciudad.
Un factor que favoreció el surgimiento de los cines de barrio en
Torreón fue que desde que se fundó la ciudad, además de la actividad agrícola
como el principal pilar de la economía de la región, se crearon industrias,
unas de ellas vinculadas al cultivo del algodón, otras a la minería. Algunas de
las más importantes fueron Jabonera de La Laguna, la Compañía Metalúrgica de
Torreón, una de las más grandes refinerías metálicas del país y la Guayulera Continental Mexican Rubber Company. Esas industrias requerían de trabajadores
cuyos ingresos no les permitían acceder a algo más que la vivienda en los
barrios populares del poniente de la ciudad en los primeros años de su
existencia, y los que se fueron creando posteriormente a medida que iba
creciendo. Fue precisamente en esas áreas donde se establecieron esos cines, que tuvieron un importante auge
durante las décadas de los cuarenta a los sesenta.
Entre los primeros cines de
barrio estaba el cine Verde, ubicado cerca del lugar donde posteriormente se
construiría el cine Torreón. Otros cines de este tipo fueron el San Joaquín,
propiedad de Don Luis Marmolejo, originario de Tlahualilo,
Durango; el cine Obrero, que funcionaba en el local de los trabajadores de la
fábrica La Fe y que era administrado por el sindicato de la empresa; el Cinelandia, propiedad de Inversiones Reforma; el cine
Magali, propiedad de Francisco Murra; el cine Rojo,
perteneciente a los señores Inungarro; el cine Oriente,
de Juventino Mayagoitia
y el cine Abasolo, de Rafael Delgado. Todos los dueños de estos cines eran
pequeños empresarios que difícilmente podían competir con los de las grandes
salas.
Parte también de los cines de barrio eran las salas de cine de las
iglesias: el Salón Xavier, que funcionaba junto al templo de San José y el cine
Perpetuo Socorro, anexo a la iglesia del mismo nombre. Este último inició en
1957 o 58. Antes, en la iglesia de Guadalupe ya había exhibición de películas
en formato de 26 milímetros y el cine parroquial de la colonia San Joaquín, el San Juanito, exhibía películas en formato de 16 milímetros.
La exhibición en el Salón Xavier, que fue posterior, ya era en 35 milímetros.
(Martínez y Ledesma, 1991).
Poco antes de iniciar la década de los cuarenta, en 1937, fue
inaugurado el cine Modelo, propiedad de Isaac Villanueva Fernández, que
marcaría el inicio de las grandes salas cinematográficas en la ciudad. Posteriormente
surgió el cine Laguna, propiedad de la familia Ramos Clamont.
El Modelo y el Princesa, que ya para ese momento se había transformado de
teatro a cine, eran las salas de exhibición “de sociedad”, las preferidas por
los sectores de mayores recursos
económicos, hasta la apertura del cine Nazas, en 1952, que se consideró la
mejor sala cinematográfica de la región durante más de dos décadas (Rivera,
1992). El cine Torreón inició sus actividades en 1955 y por el lugar donde se
ubicaba y la programación que ofrecía, era considerado el más elegante de la
ciudad (Amparán, 1992).
Las diferentes salas de exhibición
mencionadas, que surgieron a partir de los años veinte, son las que existían
durante la niñez y juventud de los entrevistados.
En lo que se refiere al contexto
social y político que vivía la ciudad durante las décadas 1940 a 1960, cabe
recordar que la Segunda Guerra Mundial propició un importante estímulo a la
economía del país, que dio origen a la etapa conocida como el “Milagro
Mexicano” (Carmona, Montaño, Carrión, Aguilar, 1970), en la que se alcanzó un
significativo crecimiento en la industrialización y un aumento sin precedente
en el Producto Interno Bruto. En Torreón, lo mismo que en el resto de la
comarca, esos años fueron también de auge por el desarrollo que tuvieron las
actividades agrícolas, principalmente el cultivo del algodón, y el impulso que
se dio al crecimiento industrial. Ese avance se reflejó en el incremento de la
población del municipio, que en 1940 era de 87,765 habitantes; en 1950 creció a
147,233 y para 1960 sumaba 203,153 personas (INEGI, Censos Generales de
Población).
En el aspecto político, en ese período hubo en el país momentos
importantes, como el movimiento de los ferrocarrileros a finales de los
cincuenta y el movimiento estudiantil de 1968. En la región lagunera la huelga
de los ferrocarrileros originó expresiones a favor y en contra de esa lucha. En
relación a la movilización estudiantil, los alumnos de diversas instituciones
educativas locales también se manifestaron a favor. En ninguno de los dos casos
se generó algún incidente mayor.
Los públicos de cine habían crecido a la par del proceso de
industrialización. Rosas Mantecón (2000), señala que a mediados de siglo en la
Ciudad de México se desarrollaba una intensa vida pública en diversos sitios,
como plazas, cafés, teatros, cines, salones de baile. Seguramente lo mismo
ocurría en otras ciudades importantes
del país, y Torreón no era la excepción, en la década de los cincuenta ya
funcionaban las grandes salas de exhibición que se han mencionado.
Método
Este trabajo muestra resultados parciales del
proyecto “Cultura de la pantalla: entre
la ideología, la economía política y la experiencia. Un estudio del rol social
de la exhibición cinematográfica y su consumo en Torreón, México, (1896-1992),
en interacción con la modernidad y la urbanización”, réplica del realizado
en Flandes, Bélgica por Daniel Biteryst y Philippe
Meers, y que ha sido efectuado también en Monterrey, por primera vez en el
contexto de un país en desarrollo.[3]
Actualmente esta investigación se desarrolla en varias ciudades de México y
otros países, como España y Colombia.
El
estudio aborda integralmente el análisis del papel del cine en Torreón, desde
sus orígenes hasta los primeros años de los noventa del siglo pasado, en la
vida cotidiana de sus habitantes. Se busca analizar la cultura de la pantalla
que se ha generado en la ciudad, así como la inserción e importancia del cine
en la cultura.
Las preguntas que orientaron el presente estudio son:
¿Cómo han sido históricamente aceptados o rechazados
los contenidos de las películas en una ciudad principalmente como Torreón?
¿Cómo la historia de la industria cultural del cine en Torreón puede vincularse
a la historia socio-cultural de sus espectadores? ¿De qué manera la experiencia
de “ir al cine” ha moldeado la vida cultural, social y personal de los torreonenses?
El trabajo está basado en el método de la historia
oral, que parte de la posibilidad de recuperar, a partir de la memoria
individual o grupal, lazos sociales que
reconocen en el anonimato de la vida cotidiana una actitud histórica, que busca
aquello que no es posible encontrar en las fuentes existentes y que solo es
posible conocer a partir del relato de la gente y en el marco de una entrevista
(Barela, Miguez, García,
2004). Se trata de una historia desde el presente, que se justifica porque
transcurridos los años los protagonistas posiblemente no tendrán la oportunidad
de ofrecer su testimonio.
La subjetividad, la memoria y la particularidad de
la fuente definen la historia oral, que apela a la memoria del sujeto para
hacer historia a partir del relato de sus recuerdos, que expresan en su doble
calidad de individuos singulares y de sujetos colectivos, porque si bien cada
uno de ellos es único, en la construcción de su subjetividad han tenido la
influencia familiar, social, cultural que han vivido. Uno de los objetivos en
este método es revelar el contexto cultural en que se transmite la información,
para de esa manera transformar una historia individual en una narrativa
cultural, es decir, una memoria colectiva formada por las tradiciones, ritos, valores,
modos de relación, símbolos, creencias, que dan a un grupo social su sentido de
identidad.
La historia oral sobre asistencia al cine no tiene
como propósito reconstruir de manera objetiva el pasado con base en las
memorias subjetivas de los informantes, sino observar de forma crítica cómo
recuerdan su asistencia al cine. La memoria se expresa como un proceso activo
de producción de significados. Por ello, Kuhn (2002) señala que lo difícil no
es recopilar historias, anécdotas y memorias, sino su análisis e interpretación.
Propone el concepto “texto de memoria”, para referirse a cómo el recuerdo de
las personas es un texto que debe ser descifrado. Los procesos selectivos de
memorias personales y colectivas contienen estrategias de repetición, fragmentación,
distorsión y énfasis en determinadas situaciones, que deben tenerse presentes
en una investigación. Al preguntar a personas mayores de 60 años acerca de su
experiencia de asistencia al cine hemos tenido en cuenta lo anterior.
En este artículo se reportan los
resultados de 20 entrevistas realizadas entre septiembre de 2013 y agosto de
2014 a personas mayores de 60 años, nueve mujeres y once hombres, como se
muestra en la siguiente tabla.
Edad y género de los
informantes
Edad |
Género |
Total |
|
F |
M |
||
60 - 64 |
2 |
4 |
6 |
65 - 69 |
|
3 |
3 |
70 - 74 |
4 |
2 |
6 |
75 – 79 |
3 |
2 |
5 |
Para las entrevistas se aplicó un
cuestionario semi estructurado que se utiliza por
todos los equipos participantes en el proyecto Cultura de la Pantalla, con
preguntas sobre la asistencia al cine en el pasado y el presente. Los
informantes fueron seleccionados por ser personas que a lo largo de su vida han
sido aficionadas al cine. Las sesiones se desarrollaron en sus hogares, salvo
en el caso de dos hombres que fueron entrevistados en su lugar de trabajo.
Las preguntas de la entrevista se
refieren a las etapas de infancia, juventud y edad adulta de los respondientes, con el fin de recuperar sus memorias de
asistencia al cine en cada una. Se trató de indagar, de acuerdo con Jancovich (2011, cit. por Lozano, Meers, Bitereyst, 2016), cómo las memorias de asistencia al cine
son distintas según la etapa en que se vivieron y el contexto social de la
ciudad.
Resultados
El cine y la vida cotidiana en la ciudad
La
llegada del cine tuvo como consecuencia una modificación del tiempo de ocio. En
sus recuerdos sobre la experiencia social de la asistencia al cine los
entrevistados se refieren a diversos aspectos de lo que era la ciudad durante
los años cuarenta a sesenta, y la forma de vida de sus habitantes. Hablan, por
ejemplo, de la importancia que tenía
para ellos, durante los años de su infancia, acudir al cine en una época en que no había
otras formas de diversión: el cine era el paseo de los domingos.
Era un alboroto, era mucho gusto,
desde días antes estábamos ay! el domingo vamos a ir
al cine, y eran matinés ¿verdad? pero era un gusto ir, era un paseo
extraordinario porque ¿qué más había aquí en Torreón? (María Soledad, 73 años).
Al hablar de los cines existentes en los años
cuarenta en la ciudad, los informantes mencionan algunos cines de barrio, como el cine Xavier, ubicado junto a la
iglesia de San José, al que le llamaban “cachitos” debido a que las películas
eran muy usadas y con frecuencia se rompían y debían esperar a que fueran
reparadas para que continuara la función, lo que les resultaba divertido porque
se alargaba el tiempo que permanecían en la sala. Otra explicación a esa manera
de referirse a los cines es porque se
tenía la idea de que algunas películas habían sido hurtadas, y como cada cinta
estaba contenida en varias latas, posiblemente faltaba alguna y así la
exhibían.
Describen también cómo
funcionaban las grandes salas, ubicadas en la parte céntrica de la ciudad, en
las que había acomodadores, personas que apoyaban a los asistentes para ubicar
un asiento desocupado, sobre todo cuando la función había comenzado y la sala
estaba a oscuras.
El cine estaba ligado
a otras formas de diversión. En esos años acudir al cine formaba parte de un
abanico de prácticas en las que se desarrollaba la vida pública (Rosas
Mantecón, 2000). El cine crea ciertos tipos de relación interpersonal, lazos
sociales. Una de las entrevistadas refiere cómo en las “tardeadas”[4] se
encontraban jóvenes que luego se ponían de acuerdo para verse en el cine, como
un medio para iniciar o mantener una relación de amistad o amorosa.
Otras diversiones en
esa época, de las que hablan los entrevistados, eran jugar en la plaza,
andar en bicicleta, días de campo, salir a caminar en “las mañanitas de abril”,
formas de diversión más populares, porque no costaban, como el cine.
A la par que recuerdan sus experiencias al acudir al
cine, los entrevistados destacan la
situación de la ciudad en los años cuarenta y cincuenta, memorias que en este caso coinciden con la realidad, pues de acuerdo con
estudiosos como Ramos (2009), por el tamaño de su población en 1950 Torreón era
la número seis en el país, después del Distrito Federal, Guadalajara,
Monterrey, Puebla y Mérida. Hasta ese momento continuaba siendo una ciudad
receptora de población. La base económica de ese importante crecimiento durante
la primera mitad del siglo pasado fue la actividad agrícola, principalmente el
cultivo del algodón, aunque posteriormente la economía se multiplicó y
diversificó hacia otros sectores, como ya se ha mencionado.
Era una etapa de
crecimiento de México, económicamente hablando, había mucho mucho
algodón, una cuenca lechera que estaba creciendo y todo mundo teníamos trabajo,
bueno, mis padres, la gente que yo veía, nadie se quejaba de que no había
dinero (José de Jesús, 70 años).
Algunos entrevistados comparan la situación económica
que se vivía en el país en esos años con la que existe ahora, caracterizada por
la inflación y pérdida del poder adquisitivo. Recuerdan que eran los tiempos de
la feria del algodón y la uva en la ciudad, época en la que circulaba mucho
dinero en la región. Si había una buena producción de algodón los cines se
llenaban. En esas fiestas participaba toda la población, sin distinción de
clases sociales.
Aún en la década de los sesenta eran escasos los
medios de transporte público en la ciudad, por lo que casi todos los
entrevistados refieren que se trasladaban al cine caminando:
Cuando no era muy
lejos, porque el cine Torreón estaba donde está la macroplaza,
porque estaba en la Allende y Ramón Corona, algo así, y cuando era el Teatro
Nazas pues ya nos íbamos en camión o en el carrito en los “ruleteros”,[5]
eran el medio de transportes los “ruleteros”
(María Soledad, 73 años).
Ir al cine es una actividad que
casi siempre se comparte con otros, ya sean miembros de la familia o amigos,
rara vez se acude solo. La selección de una película se realiza dentro de un
proceso social que involucra a otras personas. Los entrevistados describen cómo
era una típica ida al cine en su juventud:
Nos hablábamos por
teléfono nos íbamos los amigos, nos metíamos al cine veíamos dos películas y
nos íbamos al paseo que casi siempre en aquel tiempo era la avenida Morelos.
Caminábamos de la plaza a la Benavides ida y vuelta. Y entonces ahí
platicábamos de tonterías. (José Luis, 63 años).
Diferencias de clase en la asistencia al cine
En las primeras décadas del cine las clases altas de
las ciudades estaban interesadas en mantener su estatus cultural y
socioeconómico, y una forma de lograrlo era a través de la asistencia a
determinadas salas cinematográficas. En esa época en Torreón también las salas
a las que se acudía establecían la clase social de pertenencia, como señala una
de las entrevistadas:
Claro que sí, pues el
nivel de gente que iba, el nivel de gente, si, por ejemplo yo nunca entré a un
matiné al cine Royal, al Cinelena, al Cinelandia, al cine Martínez, que era un cine hermoso pero
con otro nivel de público (María del
Carmen, 70 años).
Como ocurrió en muchos centros urbanos del país y el
mundo (Arias, 2015), a medida que iba creciendo la actividad económica Torreón
crecía con nuevos inmigrantes, quienes
se convertían en asistentes asiduos a los teatros y cines tradicionales y los
cines que se comenzaron a construir fuera del centro, en los nuevos barrios,
que contribuyeron para que las clases populares pudieran sentirse integradas a
la población urbana. Esa separación geográfica reforzó las distinciones de
clases sociales, cada una con sus gustos cinematográficos y prácticas de
asistencia al cine.
Los hombres entrevistados hacen
énfasis en las diferencias que existían entre los cines del centro y los de
barrio, consideran que los cines “económicos” se ubicaban hacia el oriente,
donde estaba creciendo la ciudad, aunque en realidad también en la parte
poniente de la ciudad, en sectores habitados por trabajadores existía ese tipo
de salas. Los cines para la clase media y alta eran los del centro, sobre todo
el Nazas y el Torreón, a donde acudían las personas de mayor posición
económica. Otros cines como el Cinelena, el
Variedades y los cines de barrio eran a los que acudían los sectores populares.
Las diferencias de clase no se expresaban solamente
en las salas a las que acudían, sino también en la preferencia por cierto tipo
de películas y actores. Los entrevistados de menores recursos económicos recuerdan
a actores como Pedro Infante, Jorge
Negrete; para ellos en los años
cuarenta en Torreón había solo películas mexicanas; los de mayores
recursos recuerdan a Rock Hudson, Burt Lancaster,
Elizabeth Taylor y James Dean, es decir actores de
películas “americanas”. En algunos estudios se ha asumido que el analfabetismo
fue la causa de la inclinación de las clases populares por películas habladas
en español, sin embargo la predilección por esas películas podría explicarse
porque en ellas veían reflejados sus modos de vida y expectativas como
ciudadanos. Las películas mexicanas retrataban sus situaciones (Arias, 2015).
Actores favoritos y
exhibición de películas
Al preguntar sobre sus actores
favoritos, los entrevistados mencionaron tanto los más representativos de la
Época de Oro del cine mexicano como actores de las películas más famosas de
Hollywood durante el período analizado.
Lo anterior
se debe a que si bien el predominio de los filmes de Hollywood en la ciudad se
mantuvo desde la primera década hasta
los años cincuenta, a partir de ese momento, como consecuencia de la Segunda
Guerra Mundial, el número de películas mexicanas exhibidas en 1952 se
incrementó de manera considerable, hasta alcanzar un 37.9%, mientras que las
películas estadounidenses representaron el 46.3% (Chong, Lozano, Meers, Biltereyst, 2015). Fueron los años de la Época de Oro del
Cine Mexicano, en los que la inmensa mayoría de los mexicanos, sin distinción
de clase social, vería numerosas películas mexicanas, en un fenómeno de
identificación y proximidad cultural con su cine nacional (Monsiváis, 2006).
A diferencia de ciudades como Monterrey, en las que
para mediados de los cincuenta las cintas mexicanas habían perdido su atractivo
para las audiencias de clase media, quedando como favoritas solo de las clases
trabajadoras (Lozano, Biltereyst, Frankenberg,
Meers, Hinojosa, 2012), en Torreón en 1962 el número de películas nacionales en
cartelera representó el 39.8%, superior al 32.4% de las provenientes de los
Estados Unidos. Si bien la ciudad de Torreón había tenido un proceso de
urbanización y modernización acelerado, era el centro de una región en la que
todavía a inicios de los sesenta su principal actividad económica era la
agrícola, lo cual pudiera explicar esa preferencia que aún se tenía por el cine
mexicano, que en muchas de sus producciones contaba historias de la vida rural
y de la migración campo-ciudad. Otra posible razón por la que en esa década el
cine mexicano continuaba siendo de interés para las audiencias torreonenses tiene que ver con la situación política que se
vivía en el país, como lo expresa un entrevistado.
Iba
más al cine americano y ya después como fue la época del 68 empezamos a ver
mucho cine mexicano, a partir de los Caifanes vino
una época de oro del cine mexicano y no le fallábamos a esas películas y ya
después empezaos a ver otro tipo de películas como las películas de ficheras y
esas cosas para ver que tenían de bueno, como estudiosos del cine íbamos
también a ver esas películas, pero el cine mexicano me volví fanático a partir
del 69 más o menos (José Luis, 63 años).
Influencia del cine
Varios
de los entrevistados expresan la importancia que tenía para ellos el cine
durante los primeros años de su vida, confirmando el papel socializador de este
medio.
Para
mí sí fue muy importante, porque fue una etapa de recreación y de avance porque
ahí veíamos precisamente la relación que había en otros lugares, no había
medios de comunicación propios, teléfonos, en un barrio había nada más un
teléfono, estaba creciendo la ciudad y aparte no había televisión (José de
Jesús, 70 años).
Ya durante su juventud, para algunos la asistencia
al cine significó mucho más que un entretenimiento. Fue un medio de educación,
de culturización, que les permitió aprender otras cosas, ver el mundo de manera
diferente.
Al preguntar por la
forma en que habían influido en ellos las películas que veían, casi todos los
entrevistados afirmaban que no habían alterado sus costumbres o formas de
pensar. Sin embargo, algunos reconocieron que modificaron algunos aspectos en
ellos, por ejemplo que les servía para aprender a hablar correctamente, a
tratar a las personas, pues el nivel educativo que existía en general era muy
bajo.
Porque
anteriormente había mucha ignorancia para hablar y ya con ellos pues aprendía
uno otras formas de tratar a las personas” (María Soledad, 73 años).
Algunos
entrevistados reconocen la influencia que tuvieron en las audiencias algunos
íconos de la Época de Oro del cine mexicano, como Pedro Infante y Jorge Negrete..
Yo
tenía un cuñado que era el doble de Pedro Infante, y usaba Pedro Infante una
chamarrita, así de hombreras y en una película que se llamó A toda máquina sale
Luis Aguilar, digo Pedro Infante y Luis Aguilar. Como estábamos jóvenes nos
sentíamos como si fuéramos ellos (risas), a mí me decían que me parecía a Luis
Aguilar de joven, entonces yo tenía bigote abundante, y me peinaba así
(Rogelio, 78 años).
Las prohibiciones
Los entrevistados consideran que en general no
existía prohibición de películas por parte de la familia, de la iglesia o de la escuela “pues antes la
gente era muy simple” (María, 77 años).
Sin embargo, como se ha
mencionado, existían en la ciudad varios cines que funcionaban en espacios
anexos a algunos templos católicos, por lo que de alguna forma se promovía la
asistencia a cierto tipo de películas, o bien se expresaban algunas
prohibiciones. Una de las entrevistadas (Sonia, 70 años), menciona que del
Colegio en el que estudiaba las llevaban al cine del Salón Xavier, anexo al
templo de San José y además ella iba al del Perpetuo Socorro. Entre los cines a
los que les prohibían asistir, pues en su mayoría exhibían películas
clasificación C, es decir, aptas para mayores de 18 años, estaba el Modelo.
Las películas que más les significaron
Una película mexicana que
impactó, fue Los Olvidados (Luis Buñuel, 1950), exhibida en los inicios de la
década de los cincuenta, en la que se hace un retrato muy particular de la
pobreza.
Híjole esa
si me impactó mucho, una mexicana, ay como me impactó esa. Esa fue que yo me
acuerde que me haya impactado, pero que duré días pensado; ¿pero cómo?, Dios
mío no es posible, me impacto mucho, Los Olvidados se llama, pero la mexicana,
porque hay otra americana ahora, no la he visto pero la mexicana híjole me mando
al sótano, muy bonita pero muy fuerte” (Ana María, 74 años).
Una de las películas que varias entrevistadas señalan
entre las que más les impactó fue Doctor Zhivago (David Lean, 1965), que narra
una historia romántica que se desarrolla en el contexto de la guerra civil que
sigue a la revolución rusa, situación a la que no hacen ninguna alusión quienes
la mencionan.
Sí
sí sí sí,
en la del Doctor Zhivago, una escena que nunca se me ha borrado, no tiene
personajes, sencillamente está una mesa, un florero, una flor, la ventana,
entra un rayo de sol y se ve el polvito, me maravilló, nunca se me olvidó esa
(María Soledad, 73 años).
Al hablar de una película en la que la protagonista
era Deborah Kerr, la misma entrevistada recuerda con
toda nitidez una escena, aunque no puede mencionar el nombre de la película.
Ay!
ya se quedaron de ver en el último piso, se van a encontrar. No, él está allá y nunca llega ella; con el tiempo un día él está con su tía,
nunca se casó tampoco, está con una tía y se lo encuentra ella, se quedó impactadísima, y todos “wow” ella
en silla de ruedas, “cómo estás... no que bien… te estuve esperando… yo
también, llegué hasta la puerta pero me atropelló un carro” nombre, todas llorando,
gritando, si, esa nos impactó mucho.
Palabras finales
El
objetivo de esta investigación, en la
parte que se refiere a las audiencias, es
recuperar y documentar las experiencias cinematográficas de los espectadores de
la oferta fílmica de los cines de Torreón, buscando las relaciones entre el
consumo y la ideología política, social y económica de la entidad.
La experiencia fílmica es un hecho determinado por
el contexto social, político y económico en el que se produce, como lo muestran
las respuestas de los entrevistados en los distintos aspectos sobre los que
fueron cuestionados.
Por lo mismo, coincidimos en que
para comprender el fenómeno cinematográfico son necesarios los estudios
regionales, pues en cada lugar el cine se ha desarrollado en situaciones
específicas (Tenorio, 2013). En Torreón la evolución de las salas de cine y la
asistencia a ellas va de la mano con la historia de la ciudad, centro urbano de
importancia económica desde sus orígenes, lo cual se reflejó, entre otros
aspectos, en un rápido crecimiento de los sitios de exhibición, tanto los
destinados a las clases altas como a los sectores trabajadores.
Los resultados que aquí se muestran
coinciden con diversos estudios a los que hace referencia Hinojosa (2007): ir
al cine implica una función comunitaria. Las personas que acuden tienen un tema
de conversación, las películas son un lazo común que facilita las relaciones
interpersonales. La asistencia al cine es algo que se hace y disfruta en
compañía. Para los entrevistados ir al cine significaba no solo una forma de
entretenimiento, sino compartir el momento sobre todo con miembros de la
familia en los primeros años de su vida y con amigos en la juventud.
Es importante insistir en que si
bien en la historia oral sobre asistencia al cine el propósito no es
reconstruir el pasado a partir de las memorias subjetivas de los entrevistados,
esos recuerdos permiten acercarnos a sus percepciones sobre lo que ocurría en
la época a la que hacen referencia, como en el caso de los informantes de
Torreón, que en sus memorias hacen énfasis en lo que era la ciudad en una de
sus mejores etapas en el aspecto económico, a mediados del siglo pasado.
Los estudios de audiencias han sido
escasos hasta ahora en la ciudad. En el enfoque que considera la experiencia
social de asistencia al cine, los resultados que en este trabajo se reportan
son un primer acercamiento a lo que el cine ha significado para las personas
mayores. Es necesario conocer también las experiencias de otros grupos de
edad.
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[1] Torreón
forma parte de La Laguna, región que abarca la porción sur del Estado de
Coahuila y parte media occidental del estado de Durango. Desde sus orígenes la
ciudad se convirtió en el centro económico de la comarca, lo cual es importante
para este estudio, pues al cine en
Torreón han acudido no solo sus habitantes, sino también los de las diversas
poblaciones de la comarca.
[2] Se
conocía como “jacalón” una construcción muy sencilla, rústica.
[3] El
proyecto se divide en tres etapas: en la primera se tiene como objetivo ubicar
e inventariar las salas de cine en la ciudad, describirlas y analizar su
evolución; en la segunda fase se pretende identificar y analizar la exhibición y programación de películas en
las décadas 1920 – 1990; en la tercera se analiza la experiencia fílmica de las
audiencias, la interacción entre su ideología, costumbres y consumo
cinematográfico. Este texto se refiere a esta fase y pretende describir la
relevancia de ir al cine durante las décadas
de los cuarenta a los sesenta, a partir de los recuerdos de entrevistas
a distintas personas, que permiten formarnos una idea de lo que fue el cine en
Torreón en ese tiempo y el contexto social, cultural y económico que vivían los
espectadores.
[4] Las
“tardeadas” eran pequeños bailes que se organizaban en las casas, en horario de
cinco de la tarde a nueve de la noche, aproximadamente.
[5] Autos
que ofrecían servicio de transporte colectivo siguiendo una ruta, y que durante
años fueron uno de los medios más populares para trasladarse de un lugar a otro
en el centro de la ciudad.