LAS AUDIENCIAS DE CINE EN TORREÓN, COAHUILA, MÉXICO, DURANTE LAS DÉCADAS 1940 – 1960

 

Blanca Chong

José Luz Ornelas López

Jazmín Alejandra Solís López

Jessica Ivonne Flores Ramírez

 

Universidad Autónoma de Coahuila

Resumen:

Este trabajo muestra la experiencia social de asistir al cine en Torreón, Coahuila, México, durante las décadas de 1940 a 1960, con  base en entrevistas a 20 informantes mayores de 60 años. Los resultados expresan la importancia que tenía la asistencia al cine, la influencia de películas y actores en la vida de las personas, así como la transformación que iban teniendo las salas de exhibición de cine, a la par de la que vivía la ciudad.

 

La investigación forma parte del Proyecto Culturas cinematográficas en contexto: Estudio comparativo de programación cinematográfica y asistencia al cine en Bélgica y México, coordinado por José Carlos Lozano Rendón, Philippe Meers y Daniel Biltereyst.

Palabras clave: Audiencias cinematográficas, Nueva Historia del Cine, Cine en México.

Abstract

This work shows the social experience of cinemagoing in the city of Torreon Coahuila, Mexico during the 1940s to 1960s based on interviews of 20 people 60 years old and up. The results show the importance cinemagoing had in the people, the influence of movies and actors in the life of people, as well as the transformation that movie theaters along with the transformation lived by the city.

The investigation is part of the Cinematography Cultures Project in context: A comparative study of the movie programming and attendance to the movie theaters in Belgium and Mexico coordinated by Jose Carlos Rendon, Philippe Meers and Daniel Biltereyst.

Key words: Film audiences, New Cinema History, Mexican cinema.


Introducción

La época que comprende el período de asistencia al cine que aquí se reporta es la que Lipovetsky y Serroy (2009),  consideran una segunda fase en la historia del cine, que va de la década de los treinta a la de los cincuenta del siglo pasado, período en que en todo el mundo se convirtió en el principal entretenimiento, e implicó por tanto una modificación de los hábitos y la forma de comprender el mundo por parte de las audiencias.

Acudir al cine se asocia en la literatura con la rutina y las actividades que conforman la cultura, las costumbres y la ideología de los espectadores. La experiencia social de ir al cine ha evolucionado con el paso del tiempo: en un momento dado fue un elemento de modernidad de la ciudad y sus habitantes, un  entretenimiento de prestigio para convertirse después en el centro de la recepción en familia o grupo social (Meers, Luzón, Lozano, Biltereyst, Cabeza, 2014).

La “Nueva Historia del Cine” (New Cinema History) es un enfoque que estudia tanto la programación de películas como la experiencia social de ir al cine de las audiencias, en el que se destaca la importancia de analizar la explotación económica de las salas de cine, las líneas históricas en el desarrollo de la exhibición cinematográfica y el origen y género de las películas, así como los patrones de su exhibición. Además, mediante análisis histórico de recepción con públicos pertenecientes a distintos grupos de edad y nivel socioeconómico se ha establecido la necesidad de considerar los significados culturales y sociales de su asistencia al cine en diferentes épocas, concentrándose en las experiencias cotidianas de los cinéfilos. En esta perspectiva, a partir del modelo de “consumo fílmico en contexto” se analiza la cultura cinematográfica de manera sistemática y se logra una reflexión completa acerca del cine, desde el punto de vista económico, político e ideológico (Meers, Biltereyst y Van de Vijver, 2008; Lozano,  Biltereyst, Frankenberg, Meers, Hinojosa, 2012).

En la investigación desde este enfoque se parte de la necesidad de estudiar la historia del cine no desde la perspectiva de las películas o los actores, sino desde una nueva visión  en la que la audiencia y sus hábitos de consumo son el centro de atención.  En la nueva historia del cine confluyen aspectos tan diversos como el contexto histórico, político y económico de cada época, las salas de exhibición y las transformaciones que han sufrido, la proyección de determinadas películas en cada momento y el consumo por cada audiencia, pues existen diferentes tipos de consumidores de cine, con rutinas y rituales de carácter social y familiar en torno de la asistencia al cine (Meers, Luzón, Lozano, Biltereyst, Cabeza, 2014).

 

El cine en Torreón

 

El surgimiento de Torreón[1] como ciudad se dio prácticamente a la par del cine. La villa de Torreón fue elevada al rango de ciudad el 15 de septiembre de 1907. Su población había crecido de manera asombrosa, pues apenas en 1883  se asentaron los primeros moradores en el entonces rancho y para 1900 la villa tenía 23,190 habitantes; hacia finales del porfiriato prácticamente había duplicado ese número, ascendiendo a 43,382 habitantes (Orellana, 2005). Un factor determinante en ese crecimiento fue la llegada del ferrocarril, que permitió el traslado de las cosechas de algodón, cereales y hortalizas hacia otros mercados. Desde sus inicios la ciudad mostró algunos signos de modernidad propios de las grandes ciudades industriales del mundo. La cantidad y calidad de los servicios que se ofrecían entonces en bancos, restaurantes, comercios de productos importados, lavanderías, librerías, servicios funerarios, entre otros, eran representativas de la gran diversidad de sus habitantes, muchos de ellos provenientes de otras regiones del país y del mundo.

Durante la época de esplendor de la región lagunera, en la primera mitad del siglo XX, Torreón tuvo tres momentos definitorios en su historia: el primero a partir de su formación como conglomerado urbano, a fines de la década de 1880 hasta 1910, la víspera de la Revolución Mexicana. Es el período formativo del espacio urbano. Durante esos años la incipiente ciudad carecía de los servicios públicos más importantes; el siguiente momento transcurrió entre 1924 y principios de los años treinta y se caracterizó por ser el inicio de la masificación de los servicios básicos urbanos, como agua potable, drenaje, pavimentación de calles y alumbrado público; el tercer momento transformador ocurrió entre mediados de la década de 1940 y principios de los años cincuenta, y comprende buena parte de los años que se conocen como “época dorada de Torreón”, durante los cuales la ciudad se transformó de un rancho grande en una moderna urbe (Ramos, 2009).

En cuanto al surgimiento del cine en la ciudad, en los años finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, igual que en el resto del país, en Torreón no existían salas cinematográficas. El cine comenzaba a desarrollarse en pequeñas carpas, que se montaban en las calles de la ciudad durante cortas o en algunos casos prolongadas temporadas y ofrecían diversos espectáculos a precios accesibles para la población. Se trataba de locales adaptados para la proyección de las llamadas “vistas”, que en muchos casos no cumplían con las más mínimas condiciones para disfrutar plenamente el nuevo invento. No eran salas de cine tal como se conocen comúnmente.En muchos casos las carpas carecían de asientos e instalaciones adecuadas para los espectadores (Aguilar, 2011; Morales, 2013).

Los cines en Torreón, al igual que en la capital  y otras ciudades importantes de México,  se convirtieron rápidamente en una opción  de entretenimiento para muchos habitantes. Junto a las diversas formas de diversión que ya existían el cine comenzó a destacar como una alternativa que pronto se volvió masiva (Morales, 2013). El éxito del cine en la ciudad en esos años se explica, entre otras razones, por la afluencia de extranjeros que no hablaban español, para quienes el cine mudo resultaba una excelente alternativa de entretenimiento.

Uno de los primeros sitios donde se proyectaron películas en Torreón fue el Teatro Herrera, construido en 1897 y ubicado en lo que entonces constituía el área de mayor actividad en la naciente ciudad, en el que se presentaban obras de teatro, zarzuelas y espectáculos musicales (Aguilar, 2011; Terán, 1997). Ese pequeño teatro, situado en las calles Múzquiz y avenida Juárez era un “jacalón”[2] de adobe en el que se buscaba emular las construcciones de los grandes teatros.

Para 1908 comenzaron a funcionar en la ciudad algunas carpas, la primera de ellas fue la Carpa Pathé, propiedad de la Compañía Cinematográfica de Torreón, creada por Isauro Martínez, Francisco J. Lozano y Ciro Meléndez, en la que también se hacían representaciones teatrales y espectáculos de las revistas políticas (Aguilar, 2011). Otra fue la Carpa Torreón, ubicada en el sitio donde después estuvo el Teatro Princesa, en la esquina de las calles Valdés Carrillo y avenida Morelos (Del Bosque, 2000).

En 1919 inició actividades el Teatro Princesa, el primero de “categoría” en Torreón. Este teatro fue el principal de su época (hasta 1930 se construyó el Teatro Martínez) y el de mayor cupo y  mejor presentación y comodidades. Era la sede de los espectáculos capitalinos, que casi siempre incluían la ciudad de Torreón en sus giras.

Los años veinte fueron de bonanza para la región, por el auge de las actividades agrícolas, principalmente las dedicadas al cultivo del algodón, las de la naciente industria y las comerciales. Algunas obras importantes de la ciudad fueron construidas en ese período (Orellana, 2005). Para 1921 la ciudad ocupaba el noveno lugar entre las principales ciudades de México.

Cuatro años después del Princesa, el 14 de septiembre de 1923,  se inauguró el Teatro Royal, un nuevo cine-teatro con capacidad para cuatro mil personas (Méndez, 2012; Orellana, 2005). Posteriormente este teatro se convertiría en el cine Variedades.

El Teatro Isauro Martínez, inaugurado el 7 de marzo de 1930,  fue sin duda el mejor y más importante teatro de esa época, hoy es considerado una de las joyas arquitectónicas de la región. En un principio combinó la función de cine y teatro, después sólo exhibía películas. En el año en que fue inaugurado el Teatro Isauro Martínez “El cine recientemente sonorizado, causaba sensación en nuestra ciudad (…) Las funciones cinematográficas comenzaban a desplazar las representaciones teatrales en las preferencias del público” (Corona, 2012, p. 1).

Los primeros teatros, Princesa, Royal y el Isauro Martínez formaron parte de las empresas del grupo encabezado por este último, zacatecano que se ubicó en Torreón a finales del siglo diecinueve y pionero en negocios de teatro y cinematografía en la naciente ciudad.

A partir de los años cuarenta hasta los setenta la industria cinematográfica de México tuvo una época dorada, en la que además de importantes producciones, protagonizadas por actores con los que el público tuvo una gran identificación, se construyeron los grandes cines. Lo mismo ocurrió en Torreón, que en la década de los cuarenta era de las tres primeras ciudades de tamaño medio en la categoría de “atrayente de población”, de acuerdo con las medidas utilizadas por los especialistas en economía urbana (Ramos, 2009).

Como sucedía en otras ciudades de México y Europa, (Luzón, Ferrer, Meers, Lozano, Bitereyst, 2014), en Torreón las grandes salas de cine se ubicaban en el centro de la ciudad, donde tenían su residencia las clases alta y media alta, mientras que los cines de barrio se ubicaban en la periferia de la ciudad.

Un factor que favoreció  el surgimiento de los cines de barrio en Torreón fue que desde que se fundó la ciudad, además de la actividad agrícola como el principal pilar de la economía de la región, se crearon industrias, unas de ellas vinculadas al cultivo del algodón, otras a la minería. Algunas de las más importantes fueron Jabonera de La Laguna, la Compañía Metalúrgica de Torreón, una de las más grandes refinerías metálicas del país y la Guayulera Continental Mexican Rubber Company. Esas industrias requerían de trabajadores cuyos ingresos no les permitían acceder a algo más que la vivienda en los barrios populares del poniente de la ciudad en los primeros años de su existencia, y los que se fueron creando posteriormente a medida que iba creciendo. Fue precisamente en esas áreas donde se establecieron  esos cines, que tuvieron un importante auge durante las décadas de los cuarenta a los sesenta.

Entre los primeros cines de barrio estaba el cine Verde, ubicado cerca del lugar donde posteriormente se construiría el cine Torreón. Otros cines de este tipo fueron el San Joaquín, propiedad de Don Luis Marmolejo, originario de Tlahualilo, Durango; el cine Obrero, que funcionaba en el local de los trabajadores de la fábrica La Fe y que era administrado por el sindicato de la empresa; el Cinelandia, propiedad de Inversiones Reforma; el cine Magali, propiedad de Francisco Murra; el cine Rojo, perteneciente a los señores Inungarro; el cine Oriente, de  Juventino Mayagoitia y el cine Abasolo, de Rafael Delgado. Todos los dueños de estos cines eran pequeños empresarios que difícilmente podían competir con los de las grandes salas.

Parte también de los cines de barrio eran las salas de cine de las iglesias: el Salón Xavier, que funcionaba junto al templo de San José y el cine Perpetuo Socorro, anexo a la iglesia del mismo nombre. Este último inició en 1957 o 58. Antes, en la iglesia de Guadalupe ya había exhibición de películas en formato de 26 milímetros y el cine parroquial de la colonia San Joaquín, el  San Juanito,  exhibía películas en formato de 16 milímetros. La exhibición en el Salón Xavier, que fue posterior, ya era en 35 milímetros. (Martínez y Ledesma, 1991).

Poco antes de iniciar la década de los cuarenta, en 1937, fue inaugurado el cine Modelo, propiedad de Isaac Villanueva Fernández, que marcaría el inicio de las grandes salas cinematográficas en la ciudad. Posteriormente surgió el cine Laguna, propiedad de la familia Ramos Clamont. El Modelo y el Princesa, que ya para ese momento se había transformado de teatro a cine, eran las salas de exhibición “de sociedad”, las preferidas por los sectores de mayores  recursos económicos, hasta la apertura del cine Nazas, en 1952, que se consideró la mejor sala cinematográfica de la región durante más de dos décadas (Rivera, 1992). El cine Torreón inició sus actividades en 1955 y por el lugar donde se ubicaba y la programación que ofrecía, era considerado el más elegante de la ciudad (Amparán, 1992).

            Las diferentes salas de exhibición mencionadas, que surgieron a partir de los años veinte, son las que existían durante la niñez y juventud de los entrevistados.

            En lo que se refiere al contexto social y político que vivía la ciudad durante las décadas 1940 a 1960, cabe recordar que la Segunda Guerra Mundial propició un importante estímulo a la economía del país, que dio origen a la etapa conocida como el “Milagro Mexicano” (Carmona, Montaño, Carrión, Aguilar, 1970), en la que se alcanzó un significativo crecimiento en la industrialización y un aumento sin precedente en el Producto Interno Bruto. En Torreón, lo mismo que en el resto de la comarca, esos años fueron también de auge por el desarrollo que tuvieron las actividades agrícolas, principalmente el cultivo del algodón, y el impulso que se dio al crecimiento industrial. Ese avance se reflejó en el incremento de la población del municipio, que en 1940 era de 87,765 habitantes; en 1950 creció a 147,233 y para 1960 sumaba 203,153 personas (INEGI, Censos Generales de Población).

En el aspecto político, en ese período hubo en el país momentos importantes, como el movimiento de los ferrocarrileros a finales de los cincuenta y el movimiento estudiantil de 1968. En la región lagunera la huelga de los ferrocarrileros originó expresiones a favor y en contra de esa lucha. En relación a la movilización estudiantil, los alumnos de diversas instituciones educativas locales también se manifestaron a favor. En ninguno de los dos casos se generó algún incidente mayor.

Los públicos de cine habían crecido a la par del proceso de industrialización. Rosas Mantecón (2000), señala que a mediados de siglo en la Ciudad de México se desarrollaba una intensa vida pública en diversos sitios, como plazas, cafés, teatros, cines, salones de baile. Seguramente lo mismo ocurría  en otras ciudades importantes del país, y Torreón no era la excepción, en la década de los cincuenta ya funcionaban las grandes salas de exhibición que se han mencionado.

Método

Este trabajo muestra resultados parciales del proyecto “Cultura de la pantalla: entre la ideología, la economía política y la experiencia. Un estudio del rol social de la exhibición cinematográfica y su consumo en Torreón, México, (1896-1992), en interacción con la modernidad y la urbanización”, réplica del realizado en Flandes, Bélgica por Daniel Biteryst y Philippe Meers, y que ha sido efectuado también en Monterrey, por primera vez en el contexto de un país en desarrollo.[3] Actualmente esta investigación se desarrolla en varias ciudades de México y otros países, como España y Colombia.

El estudio aborda integralmente el análisis del papel del cine en Torreón, desde sus orígenes hasta los primeros años de los noventa del siglo pasado, en la vida cotidiana de sus habitantes. Se busca analizar la cultura de la pantalla que se ha generado en la ciudad, así como la inserción e importancia del cine en la cultura.

Las preguntas que orientaron el presente estudio son: ¿Cómo han sido históricamente aceptados o rechazados los contenidos de las películas en una ciudad principalmente como Torreón? ¿Cómo la historia de la industria cultural del cine en Torreón puede vincularse a la historia socio-cultural de sus espectadores? ¿De qué manera la experiencia de “ir al cine” ha moldeado la vida cultural, social y personal de los torreonenses?

El trabajo está basado en el método de la historia oral, que parte de la posibilidad de recuperar, a partir de la memoria individual o grupal,  lazos sociales que reconocen en el anonimato de la vida cotidiana una actitud histórica, que busca aquello que no es posible encontrar en las fuentes existentes y que solo es posible conocer a partir del relato de la gente y en el marco de una entrevista (Barela, Miguez, García, 2004). Se trata de una historia desde el presente, que se justifica porque transcurridos los años los protagonistas posiblemente no tendrán la oportunidad de ofrecer su testimonio.

La subjetividad, la memoria y la particularidad de la fuente definen la historia oral, que apela a la memoria del sujeto para hacer historia a partir del relato de sus recuerdos, que expresan en su doble calidad de individuos singulares y de sujetos colectivos, porque si bien cada uno de ellos es único, en la construcción de su subjetividad han tenido la influencia familiar, social, cultural que han vivido. Uno de los objetivos en este método es revelar el contexto cultural en que se transmite la información, para de esa manera transformar una historia individual en una narrativa cultural, es decir, una memoria colectiva formada por las tradiciones, ritos, valores, modos de relación, símbolos, creencias, que dan a un grupo social su sentido de identidad.

La historia oral sobre asistencia al cine no tiene como propósito reconstruir de manera objetiva el pasado con base en las memorias subjetivas de los informantes, sino observar de forma crítica cómo recuerdan su asistencia al cine. La memoria se expresa como un proceso activo de producción de significados. Por ello, Kuhn (2002) señala que lo difícil no es recopilar historias, anécdotas y memorias, sino su análisis e interpretación. Propone el concepto “texto de memoria”, para referirse a cómo el recuerdo de las personas es un texto que debe ser descifrado. Los procesos selectivos de memorias personales y colectivas contienen estrategias de repetición, fragmentación, distorsión y énfasis en determinadas situaciones, que deben tenerse presentes en una investigación. Al preguntar a personas mayores de 60 años acerca de su experiencia de asistencia al cine hemos tenido en cuenta lo anterior.

En este artículo se reportan los resultados de 20 entrevistas realizadas entre septiembre de 2013 y agosto de 2014 a personas mayores de 60 años, nueve mujeres y once hombres, como se muestra en la siguiente tabla.


Edad y género de los informantes

 

Edad

Género

 

Total

F

M

60 - 64

2

4

6

65 - 69

 

3

3

70 - 74

4

2

6

75 – 79

3

2

5

 


Para las entrevistas se aplicó un cuestionario semi estructurado que se utiliza por todos los equipos participantes en el proyecto Cultura de la Pantalla, con preguntas sobre la asistencia al cine en el pasado y el presente. Los informantes fueron seleccionados por ser personas que a lo largo de su vida han sido aficionadas al cine. Las sesiones se desarrollaron en sus hogares, salvo en el caso de dos hombres que fueron entrevistados en su lugar de trabajo.

Las preguntas de la entrevista se refieren a las etapas de infancia, juventud y edad adulta de los respondientes,  con el fin de recuperar sus memorias de asistencia al cine en cada una. Se trató de indagar, de acuerdo con Jancovich (2011, cit. por Lozano, Meers, Bitereyst, 2016), cómo las memorias de asistencia al cine son distintas según la etapa en que se vivieron y el contexto social de la ciudad.


Resultados

El cine y la vida cotidiana en la ciudad

La llegada del cine tuvo como consecuencia una modificación del tiempo de ocio. En sus recuerdos sobre la experiencia social de la asistencia al cine los entrevistados se refieren a diversos aspectos de lo que era la ciudad durante los años cuarenta a sesenta, y la forma de vida de sus habitantes. Hablan, por ejemplo,  de la importancia que tenía para ellos, durante los años de su infancia,  acudir al cine en una época en que no había otras formas de diversión: el cine era el paseo de los domingos.

 Era un alboroto, era mucho gusto, desde días antes estábamos ay! el domingo vamos a ir al cine, y eran matinés ¿verdad? pero era un gusto ir, era un paseo extraordinario porque ¿qué más había aquí en Torreón? (María Soledad, 73 años).

 

Al hablar de los cines existentes en los años cuarenta en la ciudad, los informantes mencionan  algunos cines de barrio,  como el cine Xavier, ubicado junto a la iglesia de San José, al que le llamaban “cachitos” debido a que las películas eran muy usadas y con frecuencia se rompían y debían esperar a que fueran reparadas para que continuara la función, lo que les resultaba divertido porque se alargaba el tiempo que permanecían en la sala. Otra explicación a esa manera de referirse a los cines  es porque se tenía la idea de que algunas películas habían sido hurtadas, y como cada cinta estaba contenida en varias latas, posiblemente faltaba alguna y así la exhibían.

Describen también cómo funcionaban las grandes salas, ubicadas en la parte céntrica de la ciudad, en las que había acomodadores, personas que apoyaban a los asistentes para ubicar un asiento desocupado, sobre todo cuando la función había comenzado y la sala estaba a oscuras.

El cine estaba ligado a otras formas de diversión. En esos años acudir al cine formaba parte de un abanico de prácticas en las que se desarrollaba la vida pública (Rosas Mantecón, 2000). El cine crea ciertos tipos de relación interpersonal, lazos sociales. Una de las entrevistadas refiere cómo en las “tardeadas”[4] se encontraban jóvenes que luego se ponían de acuerdo para verse en el cine, como un medio para iniciar o mantener una relación de amistad o amorosa.

Otras diversiones en  esa época, de las que hablan los entrevistados, eran jugar en la plaza, andar en bicicleta, días de campo, salir a caminar en “las mañanitas de abril”, formas de diversión más populares, porque no costaban, como el cine.

A la par que recuerdan sus experiencias al acudir al cine, los entrevistados  destacan la situación de la ciudad en los años cuarenta y cincuenta,  memorias  que en este caso coinciden  con la realidad, pues de acuerdo con estudiosos como Ramos (2009), por el tamaño de su población en 1950 Torreón era la número seis en el país, después del Distrito Federal, Guadalajara, Monterrey, Puebla y Mérida. Hasta ese momento continuaba siendo una ciudad receptora de población. La base económica de ese importante crecimiento durante la primera mitad del siglo pasado fue la actividad agrícola, principalmente el cultivo del algodón, aunque posteriormente la economía se multiplicó y diversificó hacia otros sectores, como ya se ha mencionado.

Era una etapa de crecimiento de México, económicamente hablando, había mucho mucho algodón, una cuenca lechera que estaba creciendo y todo mundo teníamos trabajo, bueno, mis padres, la gente que yo veía, nadie se quejaba de que no había dinero (José de Jesús, 70 años).

 

Algunos entrevistados comparan la situación económica que se vivía en el país en esos años con la que existe ahora, caracterizada por la inflación y pérdida del poder adquisitivo. Recuerdan que eran los tiempos de la feria del algodón y la uva en la ciudad, época en la que circulaba mucho dinero en la región. Si había una buena producción de algodón los cines se llenaban. En esas fiestas participaba toda la población, sin distinción de clases sociales.

Aún en la década de los sesenta eran escasos los medios de transporte público en la ciudad, por lo que casi todos los entrevistados refieren que se trasladaban al cine caminando:

Cuando no era muy lejos, porque el cine Torreón estaba donde está la macroplaza, porque estaba en la Allende y Ramón Corona, algo así, y cuando era el Teatro Nazas pues ya nos íbamos en camión o en el carrito en los “ruleteros”,[5] eran el medio de transportes los “ruleteros”  (María Soledad, 73 años). 

 

Ir al cine es una actividad que casi siempre se comparte con otros, ya sean miembros de la familia o amigos, rara vez se acude solo. La selección de una película se realiza dentro de un proceso social que involucra a otras personas. Los entrevistados describen cómo era una típica ida al cine en su juventud:

Nos hablábamos por teléfono nos íbamos los amigos, nos metíamos al cine veíamos dos películas y nos íbamos al paseo que casi siempre en aquel tiempo era la avenida Morelos. Caminábamos de la plaza a la Benavides ida y vuelta. Y entonces ahí platicábamos de tonterías. (José Luis, 63 años).

 

Diferencias de clase en la asistencia al cine

En las primeras décadas del cine las clases altas de las ciudades estaban interesadas en mantener su estatus cultural y socioeconómico, y una forma de lograrlo era a través de la asistencia a determinadas salas cinematográficas. En esa época en Torreón también las salas a las que se acudía establecían la clase social de pertenencia, como señala una de las entrevistadas:

Claro que sí, pues el nivel de gente que iba, el nivel de gente, si, por ejemplo yo nunca entré a un matiné al cine Royal, al Cinelena, al Cinelandia, al cine Martínez, que era un cine hermoso pero con otro nivel de público  (María del Carmen, 70 años).

 

Como ocurrió en muchos centros urbanos del país y el mundo (Arias, 2015), a medida que iba creciendo la actividad económica Torreón crecía  con nuevos inmigrantes, quienes se convertían en asistentes asiduos a los teatros y cines tradicionales y los cines que se comenzaron a construir fuera del centro, en los nuevos barrios, que contribuyeron para que las clases populares pudieran sentirse integradas a la población urbana. Esa separación geográfica reforzó las distinciones de clases sociales, cada una con sus gustos cinematográficos y prácticas de asistencia al cine.

Los hombres entrevistados hacen énfasis en las diferencias que existían entre los cines del centro y los de barrio, consideran que los cines “económicos” se ubicaban hacia el oriente, donde estaba creciendo la ciudad, aunque en realidad también en la parte poniente de la ciudad, en sectores habitados por trabajadores existía ese tipo de salas. Los cines para la clase media y alta eran los del centro, sobre todo el Nazas y el Torreón, a donde acudían las personas de mayor posición económica. Otros cines como el Cinelena, el Variedades y los cines de barrio eran a los que acudían los sectores populares.

Las diferencias de clase no se expresaban solamente en las salas a las que acudían, sino también en la preferencia por cierto tipo de películas y actores. Los entrevistados de menores recursos económicos recuerdan a actores como Pedro Infante,  Jorge Negrete; para ellos en los años cuarenta en Torreón había solo películas mexicanas; los de mayores recursos recuerdan a Rock Hudson, Burt Lancaster, Elizabeth Taylor y James Dean, es decir actores de películas “americanas”. En algunos estudios se ha asumido que el analfabetismo fue la causa de la inclinación de las clases populares por películas habladas en español, sin embargo la predilección por esas películas podría explicarse porque en ellas veían reflejados sus modos de vida y expectativas como ciudadanos. Las películas mexicanas retrataban sus situaciones (Arias, 2015).

Actores favoritos y exhibición de películas

            Al preguntar sobre sus actores favoritos, los entrevistados mencionaron tanto los más representativos de la Época de Oro del cine mexicano como actores de las películas más famosas de Hollywood durante el período analizado.

 Lo anterior se debe a que si bien el predominio de los filmes de Hollywood en la ciudad se mantuvo desde la primera década  hasta los años cincuenta, a partir de ese momento, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, el número de películas mexicanas exhibidas en 1952 se incrementó de manera considerable, hasta alcanzar un 37.9%, mientras que las películas estadounidenses representaron el 46.3% (Chong, Lozano, Meers, Biltereyst, 2015). Fueron los años de la Época de Oro del Cine Mexicano, en los que la inmensa mayoría de los mexicanos, sin distinción de clase social, vería numerosas películas mexicanas, en un fenómeno de identificación y proximidad cultural con su cine nacional  (Monsiváis, 2006).

A diferencia de ciudades como Monterrey, en las que para mediados de los cincuenta las cintas mexicanas habían perdido su atractivo para las audiencias de clase media, quedando como favoritas solo de las clases trabajadoras (Lozano, Biltereyst, Frankenberg, Meers, Hinojosa, 2012), en Torreón en 1962 el número de películas nacionales en cartelera representó el 39.8%, superior al 32.4% de las provenientes de los Estados Unidos. Si bien la ciudad de Torreón había tenido un proceso de urbanización y modernización acelerado, era el centro de una región en la que todavía a inicios de los sesenta su principal actividad económica era la agrícola, lo cual pudiera explicar esa preferencia que aún se tenía por el cine mexicano, que en muchas de sus producciones contaba historias de la vida rural y de la migración campo-ciudad. Otra posible razón por la que en esa década el cine mexicano continuaba siendo de interés para las audiencias torreonenses tiene que ver con la situación política que se vivía en el país, como lo expresa un entrevistado.

Iba más al cine americano y ya después como fue la época del 68 empezamos a ver mucho cine mexicano, a partir de los Caifanes vino una época de oro del cine mexicano y no le fallábamos a esas películas y ya después empezaos a ver otro tipo de películas como las películas de ficheras y esas cosas para ver que tenían de bueno, como estudiosos del cine íbamos también a ver esas películas, pero el cine mexicano me volví fanático a partir del 69 más o menos (José Luis, 63 años).

 

Influencia del cine

Varios de los entrevistados expresan la importancia que tenía para ellos el cine durante los primeros años de su vida, confirmando el papel socializador de este medio.

Para mí sí fue muy importante, porque fue una etapa de recreación y de avance porque ahí veíamos precisamente la relación que había en otros lugares, no había medios de comunicación propios, teléfonos, en un barrio había nada más un teléfono, estaba creciendo la ciudad y aparte no había televisión (José de Jesús, 70 años).

 

Ya durante su juventud, para algunos la asistencia al cine significó mucho más que un entretenimiento. Fue un medio de educación, de culturización,  que les permitió  aprender otras cosas, ver el mundo de manera diferente.

Al preguntar por la forma en que habían influido en ellos las películas que veían, casi todos los entrevistados afirmaban que no habían alterado sus costumbres o formas de pensar. Sin embargo, algunos reconocieron que modificaron algunos aspectos en ellos, por ejemplo que les servía para aprender a hablar correctamente, a tratar a las personas, pues el nivel educativo que existía en general era muy bajo.

  Porque anteriormente había mucha ignorancia para hablar y ya con ellos pues aprendía uno otras formas de tratar a las personas”  (María Soledad, 73 años).

 

Algunos entrevistados reconocen la influencia que tuvieron en las audiencias algunos íconos de la Época de Oro del cine mexicano, como Pedro Infante y Jorge Negrete..

Yo tenía un cuñado que era el doble de Pedro Infante, y usaba Pedro Infante una chamarrita, así de hombreras y en una película que se llamó A toda máquina sale Luis Aguilar, digo Pedro Infante y Luis Aguilar. Como estábamos jóvenes nos sentíamos como si fuéramos ellos (risas), a mí me decían que me parecía a Luis Aguilar de joven, entonces yo tenía bigote abundante, y me peinaba así (Rogelio, 78 años).

 

Las prohibiciones

Los entrevistados consideran que en general no existía prohibición de películas por parte de la familia,  de la iglesia o de la escuela “pues antes la gente era muy simple” (María, 77 años).

Sin embargo, como se ha mencionado, existían en la ciudad varios cines que funcionaban en espacios anexos a algunos templos católicos, por lo que de alguna forma se promovía la asistencia a cierto tipo de películas, o bien se expresaban algunas prohibiciones. Una de las entrevistadas (Sonia, 70 años), menciona que del Colegio en el que estudiaba las llevaban al cine del Salón Xavier, anexo al templo de San José y además ella iba al del Perpetuo Socorro. Entre los cines a los que les prohibían asistir, pues en su mayoría exhibían películas clasificación C, es decir, aptas para mayores de 18 años, estaba el Modelo.

Las películas que más les significaron

Una película mexicana que impactó, fue Los Olvidados (Luis Buñuel, 1950), exhibida en los inicios de la década de los cincuenta, en la que se hace un retrato muy particular de la pobreza.

Híjole esa si me impactó mucho, una mexicana, ay como me impactó esa. Esa fue que yo me acuerde que me haya impactado, pero que duré días pensado; ¿pero cómo?, Dios mío no es posible, me impacto mucho, Los Olvidados se llama, pero la mexicana, porque hay otra americana ahora, no la he visto pero la mexicana híjole me mando al sótano, muy bonita pero muy fuerte” (Ana María, 74 años).

Una de las películas que varias entrevistadas señalan entre las que más les impactó fue Doctor Zhivago (David Lean, 1965), que narra una historia romántica que se desarrolla en el contexto de la guerra civil que sigue a la revolución rusa, situación a la que no hacen ninguna alusión quienes la mencionan.

, en la del Doctor Zhivago, una escena que nunca se me ha borrado, no tiene personajes, sencillamente está una mesa, un florero, una flor, la ventana, entra un rayo de sol y se ve el polvito, me maravilló, nunca se me olvidó esa (María Soledad, 73 años).

 

Al hablar de una película en la que la protagonista era Deborah Kerr, la misma entrevistada recuerda con toda nitidez una escena, aunque no puede mencionar el nombre de la película.

Ay! ya se quedaron de ver en el último piso, se van a encontrar.  No, él está allá y nunca llega ella;  con el tiempo un día él está con su tía, nunca se casó tampoco, está con una tía y se lo encuentra ella, se quedó impactadísima, y todos “wow” ella en silla de ruedas, “cómo estás... no que bien… te estuve esperando… yo también, llegué hasta la puerta pero me atropelló un carro” nombre, todas llorando, gritando, si, esa nos impactó mucho.

                   

Palabras finales

El objetivo de esta investigación,  en la parte que se refiere a las audiencias, es recuperar y documentar las experiencias cinematográficas de los espectadores de la oferta fílmica de los cines de Torreón, buscando las relaciones entre el consumo y la ideología política, social y económica de la entidad.

La experiencia fílmica es un hecho determinado por el contexto social, político y económico en el que se produce, como lo muestran las respuestas de los entrevistados en los distintos aspectos sobre los que fueron cuestionados.

            Por lo mismo, coincidimos en que para comprender el fenómeno cinematográfico son necesarios los estudios regionales, pues en cada lugar el cine se ha desarrollado en situaciones específicas (Tenorio, 2013). En Torreón la evolución de las salas de cine y la asistencia a ellas va de la mano con la historia de la ciudad, centro urbano de importancia económica desde sus orígenes, lo cual se reflejó, entre otros aspectos, en un rápido crecimiento de los sitios de exhibición, tanto los destinados a las clases altas como a los sectores trabajadores.

            Los resultados que aquí se muestran coinciden con diversos estudios a los que hace referencia Hinojosa (2007): ir al cine implica una función comunitaria. Las personas que acuden tienen un tema de conversación, las películas son un lazo común que facilita las relaciones interpersonales. La asistencia al cine es algo que se hace y disfruta en compañía. Para los entrevistados ir al cine significaba no solo una forma de entretenimiento, sino compartir el momento sobre todo con miembros de la familia en los primeros años de su vida y con amigos en la juventud.

            Es importante insistir en que si bien en la historia oral sobre asistencia al cine el propósito no es reconstruir el pasado a partir de las memorias subjetivas de los entrevistados, esos recuerdos permiten acercarnos a sus percepciones sobre lo que ocurría en la época a la que hacen referencia, como en el caso de los informantes de Torreón, que en sus memorias hacen énfasis en lo que era la ciudad en una de sus mejores etapas en el aspecto económico, a mediados del siglo pasado.

            Los estudios de audiencias han sido escasos hasta ahora en la ciudad. En el enfoque que considera la experiencia social de asistencia al cine, los resultados que en este trabajo se reportan son un primer acercamiento a lo que el cine ha significado para las personas mayores. Es  necesario conocer  también las experiencias de otros grupos de edad.


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[1] Torreón forma parte de La Laguna, región que abarca la porción sur del Estado de Coahuila y parte media occidental del estado de Durango. Desde sus orígenes la ciudad se convirtió en el centro económico de la comarca, lo cual es importante para este estudio,  pues al cine en Torreón han acudido no solo sus habitantes, sino también los de las diversas poblaciones de la comarca.

 

[2] Se conocía como “jacalón” una construcción muy sencilla, rústica.

[3] El proyecto se divide en tres etapas: en la primera se tiene como objetivo ubicar e inventariar las salas de cine en la ciudad, describirlas y analizar su evolución; en la segunda fase se pretende identificar y analizar  la exhibición y programación de películas en las décadas 1920 – 1990; en la tercera se analiza la experiencia fílmica de las audiencias, la interacción entre su ideología, costumbres y consumo cinematográfico. Este texto se refiere a esta fase y pretende describir la relevancia de ir al cine durante las décadas  de los cuarenta a los sesenta, a partir de los recuerdos de entrevistas a distintas personas, que permiten formarnos una idea de lo que fue el cine en Torreón en ese tiempo y el contexto social, cultural y económico que vivían los espectadores.

 

[4] Las “tardeadas” eran pequeños bailes que se organizaban en las casas, en horario de cinco de la tarde a nueve de la noche, aproximadamente.

[5] Autos que ofrecían servicio de transporte colectivo siguiendo una ruta, y que durante años fueron uno de los medios más populares para trasladarse de un lugar a otro en el centro de la ciudad.